martes, 1 de abril de 2014


   VIENDO LOS MILAGROS Gálatas 3:5 leemos: «Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?». En otras palabras, Dios es el único que nos provee de Su Espíritu, y Su poder sobrenatural aún se encuentra realizando milagros entre nosotros.  Amados usuarios y usuarias atas 3:5 leemos: «Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?». 
En nuestras vidas nunca sabemos cuántos milagros vamos a necesitar. Un milagro no es la suspensión de una ley natural sino la implementación de una ley superior. Una vez, un gran hombre de Dios declaró que los milagros pasan cerca de nosotros todos los días. Y yo estoy aquí  para decirle que ya es hora de que esto cambie. Es tiempo de que los milagros dejen de pasar cerca de nosotros y se comiencen a manifestar en nuestras vidas, en nuestros hogares, en nuestras familias, en nuestros negocios o trabajos, en nuestras iglesias y en nuestras comunidades. Llegó el momento de que esperemos milagros todo el tiempo, que estemos a la expectativa de lo extraordinario que Dios realizará… y que rechacemos la naturaleza pervertida. En Jueces 6:13, Gedeón  declaró lo siguiente: «…si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado…».Esa pregunta aún persiste el día de hoy. En la Iglesia, en general, las personas no son testigos de los milagros, tampoco los ven en su diario vivir. Entonces ¿dónde están todos esos milagros? ¿En realidad existen? ¿Acaso Dios ya no está dispuesto a intervenir en nuestras vidas?
Dios todavía es Dios  Mis hermanos y hermanas, los milagros no suceden de la nada. Usted y yo debemos provocar que se manifiesten. Debemos activarlos mediante nuestra cooperación con Dios. Sólo rindiéndonos a Él, Su poder sobrenatural se manifestará a nuestro favor e invalidará las circunstancias naturales que enfrentamos en esta vida.En Gálatas 3:5 leemos: «Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?». En otras palabras, Dios es el único que nos provee de Su Espíritu, y Su poder sobrenatural aún se encuentra realizando milagros entre nosotros.  Amados usuarios y usuarias  El término Dios  significa: “Aquel que debe ser adorado por tener habilidades sobrenaturales”. Profundicemos un poco más, y descubramos qué quiere decir la palabra sobrenatural: “Lo que va más allá de la ley y del poder natural”. Así que nos referimos a Quien debe ser adorado por tener habilidades que van más allá de la ley y del poder de este mundo natural en el que vivimos. Por esa razón, la Biblia se encuentra llena de escrituras como Mateo 19:26, en la cual leemos: «…Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible». Lucas 1:37: «porque nada hay imposible para Dios». Marcos 9:23: «Si puedes creer, al que cree todo le es posible».  La mayoría de personas en nuestro mundo escogen vivir por sus propios recursos limitados e intentan vivir a su manera, y no desean depender de Dios. Sin embargo, como creyentes, al momento que decidimos ser cristianos, fuimos llamados a vivir en el reino donde todo es posible. Dimos un paso de lo imposible para el ser humano (el reino natural), a lo posible con el Dios todopoderoso (el reino sobrenatural).Es maravilloso que hayamos tomado ese paso; mas según lo que estudiaremos, existen cosas que necesitamos saber, y recordar  de manera continua; si queremos andar en  este ámbito milagroso con el Señor. Debemos permitirle ser Dios sobre nuestra vida. ¡No retenga su paz!  Para comprender cuán importantes somos,  veamos un milagro que se encuentra en Lucas 18, comencemos con los versículos del 35 al 39.Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando; y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello. Y le dijeron que pasaba Jesús Nazareno. Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Primero observe que el hombre ciego estaba mendigando. Si no aprendemos a rendirnos al poder de Dios, Satanás hará que durante el resto de nuestra vida mendiguemos. Y esto no debe ser así, pues nuestro Padre ya preparó cada provisión en el cielo y en la Tierra para que no tuviéramos que mendigar ni un día de nuestra existencia. Sinceramente, yo comparo a este ciego con  muchos cristianos que no conocen los derechos de su pacto; y como resultado, permanecen en la posición de un mendigo.  “¿Acaso no deseas sanarme, Dios?”.Y ésa no es nuestra posición en el pacto de sangre. Dios mismo nos declaró que debíamos recordarle Su pacto (Isaías 43:26), y demandar Su poder. Tenemos el derecho a vivir en sanidad, prosperidad y que nuestros hijos anden en los caminos del Señor, ¡pues poseemos un pacto! Cuando el hombre ciego escuchó toda la conmoción de la multitud que pasaba, él gritaba para saber qué estaba sucediendo. ¿Qué le respondía a la gente?“¡Jesús de Nazaret está pasando por aquí!”. Mi amigo, mi hermano, Jesús pasa todos los días , a nuestro lado. De hecho, si usted es cristiano, Él se encuentra en su interior ahora mismo. No obstante, si deseamos un milagro es necesario que actuemos. Debemos cumplir nuestra parte. En este caso, el hombre ciego comenzó a gritar:«…¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!...».Después de suplicarle a Jesús; observe la reacción de las personas que se encontraban a su alrededor. En el versículo 39 leemos que las personas lo reprendían y le decían que se callara. Ahora, así como en aquel entonces, las organizaciones religiosas han tratado de mantenernos alejados de los milagros. Y lo sé, pues a mí me sucedió. Las tradiciones religiosas me mantuvieron lejos del bautismo del Espíritu Santo y de la sanidad. Quizá éstas me mantenían alejado del infierno; sin embargo, muy alejado del cielo también.Entonces tenemos a un hombre ciego que “vio” su milagro pasar; no obstante, los  religiosos no podían verlo. Sus ojos naturales no se los permitían; sin embargo, el hombre ciego lo vio claramente en su espíritu, con los ojos de la revelación. Y lo que él vio, los religiosos se lo negaron. Pero esto no lo detuvo, él gritó más fuerte, y con más intensidad. Hemos visto que el hombre ciego cumple su parte en este milagro, ahora estudiemos qué hace Dios: Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó, diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista. Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado. Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios. —Lucas 18:40-43  En medio de una multitud ruidosa, Jesús escuchó una voz distinta: la voz de la fe. Cuando la escuchó,  se detuvo. Jesús no ha  cambiado, Él es el mismo (Hebreos 13:8). Cada vez que Él escucha la voz de la fe, se detiene. Cuando alguien habla en fe, llama Su atención. Él debe detenerse, pues se encuentra bajo órdenes divinas. La voz de la fe demanda Su poder. Entonces una vez que pedimos que el poder de Dios se manifieste, Jesús se detiene… pero ahora vea lo que Él hace: «…Jesús entonces, deteniéndose, mandó…».
Cuando pedimos algo, Dios da una orden a nuestro favor. Él libera poder sobrenatural para cambiar las situaciones naturales y pervertidas, provocando que éstas se alineen con lo que creemos. Su poder se somete a nuestra fe. Como ve, Dios mismo se ha dispuesto para que nuestra fe lo controle a Él, así como también a todos Sus recursos en el cielo. Usted y yo tenemos la habilidad de lograr que Dios y todo el cielo obren; en cualquier momento: en el supermercado, en el carro, en la casa, en el patio o en el trabajo.
Por tanto, Jesús no pudo ir a ningún lado ese día, ni realizar nada más; sino hasta después de que respondió a la voz de fe que clamaba por Él. Sólo reciba  .Después de que el ciego fue traído delante de Él, le preguntó: «… ¿Qué quieres que te haga?...».  Observe que Él no dijo: “Permíteme ver qué puedo hacer por ti”. O “Claro, deseo ayudarte, pero no te dejes llevar por la emoción”. No, Jesús no le puso límites a su petición. De hecho, los límites dependían del ciego. Entonces le pidió a  Jesús: «…Señor, que reciba la vista…». A lo que Jesús respondió: «…Recíbela, tu fe te ha salvado». Recibir, sólo necesitamos recibir. Hoy en día, los cristianos carecen de muchas cosas, pues no reciben —y no debería ser así—. Como creyentes, tendríamos que gozar de tanta libertad, al punto que las personas sean atraídas constantemente hacia nosotros. Y ¿por qué no? Si nosotros poseemos algo que puede captar la atención de Jesús, el que obra milagros, en cualquier momento… y por cualquier razón. Mi hermano y hermana, Jesús se detuvo en Jericó el día que Él escuchó la voz de la fe. Esa voz lo detuvo en su camino. No necesitó pensar u orar al respecto. Él no tenía opción, debía responder; pero la clave fue la fe. Jesús no utiliza Su poder milagroso al azar. Él necesita una invitación de fe. Si no la tiene, pasará de largo. Muchos milagros se han alejado de nosotros, pues aunque Jesús se manifieste entre nosotros lo hemos dejado pasar sin llamarlo con la voz de la fe que se necesita para detenerlo. ¡Deténgalo! No permita que Jesús sólo pase a su lado. Hable palabras de fe, llore, grite, hágalo con más intensidad si es necesario; pero hágalo con ¡la voz de la Fe! Y una vez que Jesús se detenga, no retroceda. No lo limite, o no se limite a sí mismo. Vaya y dígale lo que desea obtener de Él. Luego reciba. Sí, nosotros le servimos a un Dios que obra milagros, y las bendiciones del cielo se manifiestan en nosotros. Sin embargo, recibir su milagro depende de usted. Por tanto, no permita que Jesús pase de largo. ¡Deténgalo!

Amigo, amiga tu que me estas escuchando en esta mañana tu que no tienes al señor en tu corazón , tú que aún no lo has confesado , te digo que hoy es tu día , hoy es el momento, mañana puede ser tarde. Dios salva y nos da nueva vida, cambia la dirección de tu vida confía en Cristo y confiésalo hoy como tu eterno salvador, dice la palabra en Romanos 10:9,10y11 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.  Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Amigos, amigas  el cambio el rumbo de muchas vidas incluyendo la mía, pruébame dice el señor. Si aceptaste la invitación del señor repite conmigo esta breve oración “Señor Jesucristo, te necesito. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por perdonar mis pecados. Toma el control del trono de mi vida. Hazme la clase de persona que quieres que sea.” 
Las objeciones de Moisés para llegar a ser el libertador de Israel. Moisés tenía varias razones por las cuales sentía que no era el hombre adecuado para la tarea que Dios quería que hiciera. Leamos los primeros dos versículos de este capítulo 4 de Éxodo: Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová.Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara. En los días venideros Moisés utilizaría la vara en muchas maneras diferentes. Llegaría a ser su símbolo de autoridad y un testimonio a Israel y a Egipto de la presencia de Dios con Moisés. También le serviría como una fuente de fuerza a Moisés mismo. El versículo 3, nos dice: 3 Él le dijo: Échala en tierra. Y él la echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía de ella. Cuando Moisés echó en tierra la vara, ésta se convirtió en un monstruo vicioso. Note usted que no hay poder en la vara misma, porque es simplemente un instrumento que puede ser usado por Satanás tanto como por Dios. ÉXODO 4:4  Entonces dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su mano, y la tomó, y se volvió vara en su mano. Dios llamó a Moisés para librar a los hijos de Israel de la esclavitud en Egipto. Lo entrenó por cuarenta años en el desierto, y lo comisionó en la zarza ardiente. Este hombre, que en una ocasión estuvo tan ansioso que se adelantó a Dios, ahora está maldispuesto a aceptar su oficio dado por Dios como libertador. Empezó poniendo objeciones ante Dios y Dios puso una vara en su mano. Moisés aprende que cuando la vara se usa según la voluntad de Dios, y en la mano de un hombre que sea entregado a Dios, llega entonces a ser un símbolo de autoridad. Además de la vara, sin embargo, Dios le da a Moisés otra muestra de confianza, y le enseña una lección importante cuando está a punto de asumir la gran responsabilidad de guiar a Israel en su salida de Egipto. Leamos los versículos 6 al 8 de este capítulo 4 de Éxodo:Le dijo además Jehová: Mete ahora tu mano en tu seno. Y él metió la mano en su seno; y cuando la sacó, he aquí que su mano estaba leprosa como la nieve.Y dijo: Vuelve a meter tu mano en tu seno. Y él volvió a meter su mano en su seno; y al sacarla de nuevo del seno, he aquí que se había vuelto como la otra carne.Si aconteciere que no te creyeren ni obedecieren a la voz de la primera señal, creerán a la voz de la postrera. El gran mensaje aquí es para Moisés en particular. Su seno habla de su vida interior.
Proverbios 4:23 dice: 23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida. Moisés metió su mano en el seno (el corazón), simbolizando que la mano haría lo que manda el corazón. Dios quería poner la vara en la mano de un hombre entregado a Él. Ahora quiere que la mano de Moisés esté de acuerdo con su corazón. El Señor hizo esta declaración en Mateo 7:17: MATEO 7:17  17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. Luego, en el evangelio según San Lucas, capítulo 6, versículo 45, el Señor dice: LUCAS 6:45 45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca. Dios está diciéndole a Moisés que Él quiere tanto su mano como su corazón. Dios está diciéndonos a nosotros lo mismo hoy en día. Dios no quiere nuestro dinero ni nuestros talentos. Dios nos quiere a nosotros mismos, a usted y a mí, amigo oyente. Si nos tiene a nosotros, entonces tendrá también todo lo demás. Moisés pues, metió su mano en su seno y su mano salió leprosa. La metió de nuevo en su seno, y salió limpia. De su corazón saldrá al fin lo que realmente es. Dios quería poner aquella vara en la mano de un hombre que fuera completamente entregado a Él. Dios quería que aquella mano del hombre se moviera en la misma dirección que Él movería su corazón.

Esta es la gran lección que Dios tenía para Moisés, para los hijos de Israel, y también para nosotros hoy en día. Veamos ahora, el versículo 10 de Éxodo capítulo 4: 10 Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Moisés ofrece ahora otra objeción. Dice: “Señor, se necesita de un orador elocuente para esta tarea, y yo no hablo bien”. Claro que Moisés era capaz de hablar cuando llegaba la hora de hablar, pero aquí da una excusa. Dice que se siente inadecuado. Leamos los versículos 11 y 12: 11 Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? 12 Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar. Dios está diciéndole a Moisés que no quiere tan sólo su mano, sino también su boca. Promete estar con la boca de Moisés, y enseñarle lo que debe hablar. Del corazón mana la vida y lo que está en el pozo del corazón saldrá por el cubo de la boca. Dios quería el corazón de Moisés, pero Moisés todavía pone otra objeción. Escuchemos lo que él presenta como excusa en el versículo 13: 13 Y él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar. Moisés trató de hallar un substituto. Y llegamos aquí a otro aspecto importante. Aarón llega a ser el vocero de Moisés. Leamos los versículos 14 al 16: 14 Entonces Jehová se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se alegrará en su corazón.15 Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer.16 Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios.  Moisés se equivocó mucho al pedir a Dios un vocero. Dios lo permitió, pero no quería una comandancia dividida. Usted notará que esto causó serios problemas a los hijos de Israel al viajar a través del desierto. Aarón se ocupó en hacer un becerro de fundición para la adoración de Israel mientras que Moisés estaba en el Monte de Sinaí. Esta fue una equivocación terrible de parte de Aarón, y fue resultado de una comandancia dividida. Otros problemas se dejan ver en el libro de Números. Dios no necesitaba a Aarón para la tarea de librar a los hijos de Israel; sólo necesitaba a Moisés. Moisés estaba maldispuesto a confiar en Dios en todo, y entonces Dios tuvo que enviar otro hombre con él. Amigo oyente, nosotros necesitamos reconocer nuestra debilidad, pero cuando Dios nos llama a hacer un trabajo, debemos responder con confianza.
Dios nos capacita para hacer la tarea que Él nos llama a hacer. Leamos ahora los versículos 17 al 18 17 Y tomarás en tu mano esta vara, con la cual harás las señales.18 Así se fue Moisés, y volviendo a su suegro Jetro, le dijo: Iré ahora, y volveré a mis hermanos que están en Egipto, para ver si aún viven. Y Jetro dijo a Moisés: Ve en paz. En el versículo 19, Dios da buenas noticias en cuanto a sus enemigos en Egipto: 19 Dijo también Jehová a Moisés en Madián: Ve y vuélvete a Egipto, porque han muerto todos los que procuraban tu muerte. Notamos aquí que hay un nuevo Faraón en Egipto. El padre egipcio de Moisés, por adopción, ya ha muerto, y Moisés puede ahora volver sin peligro a Egipto. En los versículos 20 y 21 vemos a Moisés emprendiendo el viaje de regreso a Egipto; 20 Entonces Moisés tomó su mujer y sus hijos, y los puso sobre un asno, y volvió a tierra de Egipto. Tomó también Moisés la vara de Dios en su mano.21 Y dijo Jehová a Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo. El hecho de que Dios dice que Él endurecerá el corazón de Faraón siempre ha presentado un problema. Este problema surge de nuevo cuando consideremos las plagas y lo estudiaremos en más detalle. Estamos seguros de que llegaremos a una solución satisfactoria.
 Los versículos 22 y 23, dicen: 22 Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito.23 Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu primogénito. Dios era muy clemente en Sus tratos con Faraón, y con los egipcios. Le dijo a Faraón en el principio de la contienda: “O dejas ir a Mi hijo Israel, o mataré a tu hijo, tu primogénito”. Dios envió muchas plagas antes de dar muerte al hijo primogénito de Faraón, dándole tiempo amplio para que reconociera al Dios verdadero y dejara salir a Israel, pero Faraón no aprovechó la oportunidad. Ahora, el versículo 24, dice: :24 Y aconteció en el camino, que en una posada Jehová le salió al encuentro, y quiso matarlo. Este es un versículo extraño, pero revela la tercera objeción verdadera de Moisés. Había descuidado el circuncidar a sus hijos. La circuncisión era la evidencia o el sello del pacto que Dios había hecho con Abraham. Si Moisés proclamaba la voluntad de Dios para otros, él también tenía que ser obediente a la voluntad de Dios. Y Dios tuvo que recordarle forzosamente a Moisés de su desobediencia. Ahora, los versículos 25 y 26, dicen:25 Entonces Séfora tomó un pedernal afilado y cortó el prepucio de su hijo, y lo echó a sus pies, diciendo: A la verdad tú me eres un esposo de sangre.26 Así le dejó luego ir. Y ella dijo: Esposo de sangre, a causa de la circuncisión. Es difícil comprender este incidente, y debemos volver nuestros pasos un poco para examinar el problema. Cuando Moisés huyó como fugitivo de Egipto, fue a la tierra de Madián. Los madianitas eran los descendientes de Abraham y Cetura. Esta gente era monoteísta. No eran idólatras, sino que adoraban a un solo Dios. Moisés pues, se sintió como si estuviera en su casa con esta gente. Moisés se hizo muy amigo del sacerdote de Madián, el cual tenía siete hijas. Moisés se casó con una de las hijas llamada Séfora. En el principio, Dios bendijo el hogar de Moisés. Su primer hijo, Gerson, que significa “forastero”, nació en Madián. Moisés había sido forastero en esa tierra, pero llegó a ser su hogar. Moisés fue rechazado por sus hermanos en Egipto. Ahora, Cristo también fue rechazado por el mundo. Moisés halló una esposa en Madián. Cristo también está hoy buscando Su esposa. La historia de José en Génesis establece un paralelo con la de Moisés y Cristo. Hay unos retratos gozosos en la Palabra de Dios que nos enseñan verdades preciosas. Si esta fuera toda la historia de la vida matrimonial de Moisés, tendríamos que concluir que todo andaba bien.
Lamentablemente, hubo un problema. Dios llamó a Moisés en la zarza ardiente, y lo comisionó para ir a Egipto. Faraón ya había muerto, y Moisés podía regresar sin peligro. Después de la circuncisión de su hijo, Moisés siguió sólo a Egipto y los demás de su familia se quedaron en Madián. Más tarde, Jetro el suegro de Moisés llevó a Séfora hasta donde estaba Moisés y fueron entonces, reconciliados. Leamos los versículos 27 al 31 : 27 Y Jehová dijo a Aarón: Ve a recibir a Moisés al desierto. Y él fue, y lo encontró en el monte de Dios, y le besó.28 Entonces contó Moisés a Aarón todas las palabras de Jehová que le enviaba, y todas las señales que le había dado.29 Y fueron Moisés y Aarón, y reunieron a todos los ancianos de los hijos de Israel.30 Y habló Aarón acerca de todas las cosas que Jehová había dicho a Moisés, e hizo las señales delante de los ojos del pueblo.31 Y el pueblo creyó; y oyendo que Jehová había visitado a los hijos de Israel, y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron. Por fin, los hijos de Israel deciden allegarse a Dios en fe. Y será precisamente sobre esta base de la fe que Dios les sacará de la tierra de Egipto y los conducirá a la tierra que les ha preparado. Y así concluye nuestro estudio de este capítulo 4 de Éxodo.