martes, 20 de diciembre de 2011

La Navidad y La Iglesia

 Jesús vino a este mundo a ofrecer salvación a todos  aquellos que le reciban como Señor y Salvador.

Todo el mundo occidental celebra anualmente una fiesta y la rodea de un cierto esplendor y misticismo, característicamente pagano-religioso. Pocos entienden el sentido real de esa celebración, porque la historia y los siglos han cobijado con gruesa capa de olvido los orígenes de un nacimiento trascendental, hoy por hoy, ausente de su significado primario. Cabría conocer sus orígenes, antes de seguir celebrando la Navidad.

Con el mes de diciembre, llega una época en que al ser humano se le despierta una especie de ternura reprimida. Once meses y medio, afanado, sumido en la enajenante tarea diaria, le distraen de su verdadera vocación: amar. El hombre fue creado para amar, pero es en la última quincena del año, en el invierno, cuando se busca el escape hacia la demostración afectuosa. Se hace a un lado el trabajo y el egoísmo y, aún cuando sabemos que la situación es apremiante, se hace una pausa, una tímida tregua en el afán cotidiano, para abrazar al prójimo, desearle algo bueno, enviarle una felicitación escrita, hacerle un regalo y olvidar diferencias. Todo esto, por unos cuantos días, en que el hombre celebra algo que desconoce: la Navidad. 

El hombre no puede ocultar un hecho real: Dios visitó esta tierra como estaba profetizado por Miqueas, hace ya 28 siglos: “He aquí Dios sale de su lugar, y descenderá y hollará las alturas de la tierra. Y se derretirán los montes debajo de Él, y los valles se hendirán como la cera delante del fuego, como las aguas que corren por un precipicio. Todo esto, por la rebelión y los pecados del hombre...” (Miqueas 1:3-5). Y la Palabra se cumple: Hace 20 siglos el apóstol Juan testifica: “Y aquél Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros y vimos su gloria, gloria como la del Unigénito Padre, lleno de gracia y verdad” (Juan 1:14). Juan dio testimonio de Él, y todo ocurre, como estaba escrito. Otro profeta, Isaías, dijo cómo ocurriría: “He aquí que la virgen concebirá  y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:14)... “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro y se llamará su Nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isaías 9:6). Y esa palabra se cumple. Mateo relata: “Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí una virgen concebirá y dará a luz un hijo y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:22-23). “Y dio a luz a su hijo primogénito y le puso por nombre Jesús” (Mateo 1:25).


No es desconocido para todos esta realidad, aunque el polvo del tiempo se ha encargado de ocultar algunos detalles, para la mejor comprensión de lo que el hombre celebra y la forma en que lo hace, aún sin entenderlo. Pocos conocen el significado profundo de este advenimiento divino en carne, pero lo celebran. Y así comenzó una costumbre que en el devenir de los siglos se hizo ley: hay que celebrar el Nacimiento del Hijo de Dios. ¿Cuándo? ¿En qué fecha nació Jesús? Nadie podría determinarlo con exactitud, pero la costumbre y la tradición le fijaron distraídamente una fecha, y todos se tienen que sujetar a ella.

Navidad es una palabra que viene del latín nativitatem, que significa natividad o nacimiento. La costumbre hizo un apócope de natividad y adoptó “Navidad”. Realmente, la palabra Navidad, en este tiempo, es un buen pretexto para divertirse, hacer negocios, vacacionar y, en la mayor parte de las veces, para pecar. El enemigo de Dios y del hombre ha usado esta fecha, esta palabra y esta celebración para distraer al hombre del significado profundo que tiene el nacimiento más notable que haya ocurrido en toda la humanidad desde que el mundo fue creado: el Nacimiento de Dios, hecho carne, sobre la tierra.


Este significado le fue revelado a José, el carpintero de Nazaret, en sueños, por el ángel del Señor, pues este varón, antes que se juntase con su esposa María, halló que estaba encinta, hecho que le empujaba a dejarla secretamente, pues la amaba. Pero el ángel le dijo en sueños: “No temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es” (Mateo 1:18-20).



Y la revelación de la Navidad no se hace esperar, el ángel del Señor, le anuncia a José palabras que el hombre de hoy debería tener presentes: “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque ÉL SALVARÁ A SU PUEBLO DE SUS PECADOS” (Mateo 1:21).


En esta última frase está el sentido completo de la Navidad, o nacimiento de Jesús; la razón del glorioso advenimiento en carne, a través de Jesús, de la segunda persona de la Trinidad Santa del Dios Altísimo: ÉL SALVARÁ A SU PUEBLO DE SUS PECADOS.


¿Es esto lo que el mundo celebra en la época navideña? Porque el único motivo para que el hombre haga fiesta, tenga su mayor gratitud hacia Dios y se regocije con su familia, vecinos, compañeros de trabajo, escuela o amigos es ése: Él salvará a su pueblo de sus pecados.


Si no es éste el propósito de la celebración de Navidad, cualquier fiesta carece de sentido y se convierte en una celebración netamente pagana.


Si usted celebra de esta manera la Navidad, siendo parte de SU pueblo y usted ha sido redimido por ÉL de sus pecados, seguramente usted se regocija cada navidad porque entonces sus tarjetas, adornos, regalos, fiesta, cena, todo tiene como centro, como fundamento, la misma idea central: Él salvará a su pueblo de sus pecados.


“Porque ya nació en la ciudad de David, tu Salvador, que es Cristo, el Señor”, dice el Evangelio. Y agrega el Apocalipsis: “Ahora ha venido la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo... ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor” (Apocalipsis 12:10, 19:1).


HAY ENGAÑO

La realidad del siglo veintiuno es que el hombre se sigue yendo tras el engaño de una fiesta a la que ya se le perdió el significado; los siglos la fueron transformando en algo opuesto al sentido verdadero que Dios le creó. O ¿acaso los centros comerciales, los restaurantes, los sitios públicos, los medios masivos de comunicación, los hogares, las iglesias celebran que Jesús vino a este mundo para salvar a su pueblo de sus pecados? Más bien el mundo da una imagen apocalíptica: “Ha caído, ha caído la gran Babilonia y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo y albergue de toda ave inmunda y aborrecible, porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación y los reyes de la tierra han fornicado con ella y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites” (Apocalipsis 18:2-3).


Esto es lo que se mira por doquier: Los comerciantes, los mercaderes de la tierra, se han enriquecido con la potencia de sus deleites y se han olvidado u ocultado lo que Jesús produce con su advenimiento en la vida del hombre.


¿CÓMO LA CELEBRA LA IGLESIA?

La Iglesia Primitiva debía estar celebrando esta fiesta, porque ellos eran los que habían heredado la Palabra de Dios, habían caminado con Jesús, y eran los más inmediatos a obedecer sus mandatos. ¿Celebraba la Navidad esta primera Iglesia? No hay un solo vestigio en la Biblia, porque Jesús no ordena celebrar su cumpleaños ni su nacimiento, sino su muerte y esto sí lo celebraba, con veneración, la Iglesia de los Hechos de los Apóstoles. Y todo porque estaba escrito: “Haced esto en memoria de MI” (Lucas 22:19)... “Así pues, todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga”, dejó escrito el apóstol Pablo en su primera carta a los corintios (1ª Corintios 11:26).


Por tanto, mientras el Señor Jesucristo no venga por segunda vez a juzgar a su pueblo, los cristianos celebramos y celebraremos la Cena del Señor, es una orden. Motivo:  anunciar su muerte y su resurrección, no su nacimiento. La razón es muy clara: con su muerte en la cruz del Calvario, SU PUEBLO recibe LA SALVACIÓN Y EL PERDÓN DE SUS PECADOS. Por eso también el Libro del Eclesiastés afirma: “Mejor es el día de la muerte, que el día del nacimiento” (Eclesiastés 7:1).


MOTIVO DEL CAMBIO

Uno se pregunta si la Iglesia de Jesucristo celebraba todo acorde al plan de Dios y la orden directa de Jesús, ¿por qué la Iglesia que asegura la sucesión, y el mundo, no celebran igualmente y no obedecen al mandato divino?


"En el año 354 d.C. el obispo Liberio, de Roma, ordenó que el 25 de diciembre se celebrara como el día del nacimiento de Cristo" (Encyclopedy World Book, 1907, Vol. V, page 611). La Biblia no dice esto, pero un hombre no sólo inventó la fecha, sino que nos obligó a celebrarla. ¿Tendría un propósito? La realidad es que sí. Ese día ya lo observaba la Roma pagana: era el 25 de diciembre la antigua "fiesta del solsticio de invierno", la fiesta de saturno o "Saturnalia" que data de la tradición babilónica y que recordaba esencialmente a Mitra, el dios sol, en el día de su nacimiento.


Se decía que Mitra, Baco, Adonis, Orus, Osiris, Júpiter, Hércules y Tamuz, hijo de Nimrod, habían nacido en la misma época invernal, conocida hoy como Navidad. Por supuesto, en esos días esta fiesta se celebraba de la manera más degenerada e inmoral, fue siempre una de las celebraciones que más desprestigió a Roma desde los primeros siglos.


De ahí nació la idea de unir el nacimiento de esos "dioses", al nacimiento de Cristo, herencia que padecemos hasta el día de hoy.


LA "SATURNALIA"

En Babilonia, esta fiesta a Saturno tenía como característica un gran libertinaje y borracheras que no distan mucho de las celebraciones navideñas del siglo presente.  Tenía también dos detalles típicos que llaman poderosamente nuestra atención.


Primeramente, se usaban árboles de pino, por doquier, para representar el calor del nuevo nacimiento del dios sol, en forma de fuego (Libro "El hombre y sus dioses", pág. 201). Esto se basaba en una antigua leyenda babilónica. Durante una noche, un árbol verde se desarrolló de un tronco muerto.


Esto hablaba de que el dios sol Nimrod (tronco seco), reencarnaba en Tamuz (árbol verde), cuando su madre Semíramis lo daba a luz en esa noche.


Las leyendas se propagan con los años y ésta pasó a ser dominio entre druidas y egipcios, y fue adoptada por Roma, la que colgó al árbol, entre otras cosas, cerezas rojas que después fueron bolas brillantes (esferas), como símbolo del dios sol...y esto fue incorporado a la celebración de la Navidad hasta el día de hoy.


Cabe hacer notar que la Biblia no admite que se dé culto, ni a Dios ni a nadie al pie de árboles. En la ley mosaica esta escrito: “Destruiréis enteramente todos los lugares donde las naciones que vosotros heredásteis sirvieron a sus dioses, sobre los montes altos y sobre los collados, y debajo de todo árbol frondoso...” (Deuteronomio 12:2). Los profetas advirtieron: “Y sabréis que yo soy Dios, cuando sus muertos estén en medio de sus ídolos, en derredor de sus altares, sobre todo collado alto, en todas las cumbres de los montes, debajo de todo árbol frondoso y debajo de toda encina espesa, lugares donde ofrecieron incienso a todos sus ídolos. Y extenderé mi mano contra ellos y donde quiera que habiten haré la tierra más asolada y devastada que el desierto hacia Divlat y conocerán que yo soy Dios” (Ezequiel 6:13-14). “¿Me postraré delante de un tronco de árbol?” (Isaías 44:19).


No puede ser coincidencia lo que México está padeciendo en este tiempo, si consideramos por unos minutos, la profecía de Ezequiel.


LOS REGALOS SE PONEN DEBAJO DEL ÁRBOL

Otra segunda cosa curiosa, la menciona Tertuliano como parte de la Saturnalia romana: hacer regalos, costumbre oriental que heredamos hoy más que nunca, de esa bacanal pagana. Si miramos la historia, Roma adoptó el intercambio de regalos en recuerdo de los dones que los magos presentaron a Jesús.


Sólo que los magos no hicieron esos regalos con motivo del nacimiento, pues para esas fechas José, María y el Niño ya vivían en "su casa", como lo asienta Mateo, el evangelista, en Mateo 2:11: “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María y postrándose lo adoraron, y abriendo sus tesoros le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”. De modo que "dieron", no intercambiaron regalos.


¿DICE LA BIBLIA LA FECHA EXACTA DEL NACIMIENTO DE JESÚS?

La fecha del nacimiento del Redentor del mundo, no está escrita como algo que pueda tomarse literalmente pero se puede determinarse si se escudriña la palabra de Dios:

Lucas 2:8 habla del ángel que hizo el anuncio a los pastores "que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño", pero bien sabemos que, aún hasta el día de hoy, en Israel los pastores no hacen esto en invierno, sino en otoño, donde todavía encuentran algo de pastos para las ovejas.


La Biblia da suficientes datos para determinar el nacimiento del precursor de Jesús: Juan el bautista, y todos sabemos que Juan nació seis meses antes que el Señor.


Para ello basta comparar un calendario hebreo con un calendario romano (Figura 1). Todo calendario se establece por las normas astronómicas (solsticios y equinoccios) y el calendario hebreo se basa por el ciclo de la agricultura y el sistema de fiestas religiosas.


El año hebreo principia en el mes de Nisán, esto es en primavera, mientras que el calendario romano, en enero, al finalizar el invierno.

Figura 1


El año hebreo religioso, según puede advertirse, desde el primer Libro de Crónicas fue dividido en 24 quincenas o suertes, dentro de cada una de las cuales, los sacerdotes debían servir y ministrar en el templo.


Cuando vemos al padre de Juan el Bautista, Zacarías, ministrando en el templo, en la sucesión del sacerdocio de Aarón, el Evangelio cuenta: “Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de LA CLASE DE ABÍAS...” (Lucas 1:5). La clase de Abías, por el Libro de las Crónicas podemos ver que le tocaba su turno en la octava suerte (octava quincena) en el mes hebreo de Tamuz. El evangelio continúa el relato: “Y cumplidos los días del ministerio de Zacarías, se fue a su casa. Después de aquellos días, concibió su mujer Elisabet...” (Lucas 1:23-24).

Podemos advertir que Juan fue concebido en el mes de AB (segunda quincena de julio). Contando nueve meses de gestación, Juan nace en el mes de Nizán, al comienzo de la primavera (marzo-abril).

La Escritura dice que María concibe a Jesús, seis meses después de la concepción de Juan.

Mirando el calendario podemos deducir que María concibe a Jesús, en el mes de Tebet. “Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo de su vejez, y éste es el sexto mes para ella...” (Lucas 1:36).

Si Jesús es concebido seis meses después que Juan, contando nueve meses de gestación, el calendario nos dice que Jesús nació en el mes hebreo de Tisri (o Etanim, en su nombre antiguo), o sea al final de septiembre o primera quincena de octubre. O sea que el Señor no nació en invierno, sino en otoño.




PAGANISMO VERSUS CRISTIANISMO

Los esfuerzos de la Roma pagana de unir el paganismo con el cristianismo, sin respetar al Señor, igualándolo a los dioses creados por los hombres, es herencia que data desde la antigua Babilonia, hasta el día de hoy, sin que nadie se haya atrevido oficialmente a denunciar la verdad de los hechos y cambiar las cosas. Actualmente la tradición supera a la Verdad revelada por Dios en su Palabra, la ignorancia y el pecado del hombre le ocultan de la obediencia que debe a Dios, por eso el Señor Jesucristo, comentó: “Este pueblo de labios me honra, más su corazón está lejos de MÍ, pues en vano me honran enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:8-9).


¿QUÉ DEBE HACER EL CRISTIANO?

Un cristiano de este tiempo no puede abominar o rechazar la Navidad, bajo pretexto de ser herencia pagana, porque no se puede tapar el sol con un dedo, ni puede, como el avestruz, ocultar la cabeza de la realidad que se vive. Lo que sí puede hacer el cristiano, es aprovechar la ocasión de la celebración mundana de la Saturnalia de este tiempo, para llevar al incrédulo o al religioso neófito al verdadero significado y al entendimiento de la Navidad, al cambio de una Saturnalia por una Navidad. Ésto, porque "El salvará a su pueblo de sus pecados..."


Si el no creyente no entiende esto es porque el cristiano no se lo explica. Si el hombre de este siglo no vive en la Navidad del Señor es porque le condenamos antes que comunicarle la Verdad revelada en la Escritura y, si el hombre del mundo no usa de la salvación que es por Jesucristo y se libra por Él de sus pecados, en vano nació Jesús y en vano celebra la fiesta.


¿CUÁNDO DEBE CELEBRARSE LA NAVIDAD?

Queda pendiente al cristiano de este siglo, saber cuándo debe celebrar la Navidad, ¿en diciembre?, ¿en septiembre?, ¿en octubre? ¿Debe mover al mundo a un cambio en la fecha? Es evidente que el cristiano (no religioso) no es legalista y el cristiano no celebra esta fecha, celebra un HECHO: “Y aquél Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros... Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Juan 1:14,16).


¿QUÉ DEBE ABOMINAR EL CRISTIANO?

El cristiano no abomina la Navidad, abomina las expresiones mundanas de la Saturnalia:

1) Adornos paganos, como el árbol, con sus colguijes, que nada dicen de Cristo y mucho dicen de la adoración al dios sol, en la antigua Mesopotamia.


2) Las posadas, de cuyo origen la Biblia no habla y que son el invento del comercio establecido; de comerciantes sin escrúpulos y, últimamente, de escuelas particulares, so pretexto de divertir a los niños, pero en realidad les prepara para las fiestas carnavalescas de los adultos, con libertinaje y grandes borracheras que duran desde el 16 hasta el 24, o sea, una "novena" sangrienta, que pone a trabajar los centros médicos y de asistencia funeraria.


3) Los nacimientos, que últimamente se han convertido en "folklore" nacional con sus ya bien difundidas "pastorelas" que llevan, necesariamente, a la idolatría, porque los niños se enternecen con la visión del portal de Belén y terminan adorando los muñecos de pasta ignorando que Jesús vino a este mundo para salvar a su pueblo de sus pecados.


4) El intercambio de regalos, que son ya una exigencia, una presión y una obligación en oficinas, escuelas particulares y aún en iglesias y que representan el triunfo del comercio establecido y el culto a la sociedad de consumo que padecemos. La mejor manera de no celebrar la Saturnalia es terminar con ese abuso comercial del intercambio que obliga a comprar y regalar, además de recibir, una serie de baratijas que tienen que volverse a regalar, o ponerse en la basura, por su importunidad y nada adecuado gusto.


5) Las tarjetas navideñas, por insulsas y de gusto vulgar, que no hablan de la Navidad.

6) Las mentiras, como eso de "que los Reyes Magos, Santa Claus (Papa Noel) y el Niño Dios, traen regalos a los niños que se portan bien", y que normalmente funciona, no entre niños pobres que se portan bien, sino entre niños ricos, aunque se porten mal.  Qué falta hace terminar con la pretendida guarda de la "inocencia del niño" (llámese ignorancia) y que pone a los papás que mienten, a los niños, en camino de ir al infierno, por mentirosos, como la Biblia lo establece, además de enseñar a los niños a continuar la mentira y seguir los pasos de sus padres y a apartarse del verdadero significado de la Navidad para celebrar una Saturnalia pagana.

SATURNALIA O NAVIDAD

Hace falta al hombre de conciencia, al cristiano que se precia de conocer la Palabra de Dios y de obedecerla, celebrar, no una Saturnalia de la Babilonia y Roma paganas, sino una Navidad que guíe al incrédulo a entender su más íntimo significado. Lo que un cristiano celebra con la Navidad es LA SALVACIÓN por Jesucristo y esto no en octubre, septiembre o diciembre, sino cada momento de los 365 días que tiene un año de cualquier calendario, porque un cristiano, es parte de "su pueblo" y "ya somos salvos de pecados". ¡Gloria a Cristo!


Aprovechemos los cristianos la Saturnalia de diciembre para anunciar, sin condenar a nadie, una Navidad o nacimiento, pero no el de Jesús, sino el nacimiento espiritual de cada creyente, que viene al entendimiento del advenimiento del Mesías. Anunciemos en vez de la Saturnalia mundana, la "Navidad del creyente".


La familia del hombre se reúne con algunos propósitos: los bautismos de infantes, los sepelios, las bodas y, en menor escala, la llamada "nochebuena". Usted que es cristiano aproveche la reunión familiar y de los vecinos y amigos para anunciar la Navidad: el nacimiento más trascendental del mundo, ya que por medio de Aquel que ahora tiene 33 años (y es el único que intercede por el hombre) "su pueblo, será por Él salvo de sus pecados y de la ira del día venidero".


Por eso el cristiano no puede declarar en forma deliberada el estribillo mundano de "Feliz navidad", porque casi debería decir a muchos: "Infeliz Saturnalia", ya que los efectos de la nochebuena, si se sobrevive, se dejan ver en la agonía del día llamado de la Navidad. Feliz Navidad es feliz nacimiento. Que este diciembre podamos decir a muchos "Feliz nacimiento espiritual" (Feliz Navidad), porque Jesús aún está vivo y aún está pendiente del arrepentimiento de muchas personas, para salvarles de sus pecados...


Porque ÉL salvará a SU pueblo de sus pecados.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

El Bautismo

“EL BAUTISMO”
(Colosenses 2:12). “sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos”
. ¿QUIÉN ADMINISTRA EL BAUTISMO?
La iglesia es la que administra el bautismo, puesto que es a ella a quien nuestro Señor Jesucristo dio la ordenanza. Sin embargo, la administración debe ser a través de una persona idónea designada por la misma iglesia. Se recomienda que sea un pastor ordenado al Santo Ministerio. Esto es para cuidar la formalidad y el propósito divino al instituirlas. El bautismo no debe alterarse ni en su forma, ni en su fondo, ni en su orden, el bautismo es una ordenanza de la iglesia, su administración debe estar bajo ella y preferiblemente deben administrarlo quienes han recibido autoridad de la misma en su ordenación como ministros. La iglesia debe velar que el bautismo sea administrado bíblicamente. No hay precepto formal bíblico de que el ejecutante de la ordenanza sea un ministro ordenado; sin embargo, el sentido común aconseja que sea conveniente que alguien idóneo la lleve a cabo, previniendo así, una perversión del acto mismo y de su propósito divino. Después de todo, la iglesia es la autoridad final para determinar sobre hechos no sancionados por la Escritura Sagrada”. La congregación debe estar presente y avalar el acto. El bautismo es generalmente aceptado como una manera de confesar públicamente a Cristo y de identificarse con una comunidad de creyentes. Claramente así es en el Nuevo Testamento. Si esto es cierto, entonces el bautismo es un asunto de la agrupación. No es puramente un acto individual. Hay una comunidad responsable en cuanto a la administración de la ordenanza”. “El administrador del bautismo es consciente que la legitimidad de su apostolado está en el señorío de quien dijo: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. (Mateo 28:18). De modo que todo su quehacer tiene su origen en este señorío que lo faculta y en ninguna manera en él mismo. Es consciente de su llamamiento y de su calidad de siervo.Sin embargo, hay algunos puntos dignos de considerarse en este aspecto de la administración del bautismo.
1. EL TIEMPO. Algunos piensan que los creyentes deben ser bautizados tan pronto hacen su profesión de fe. “El momento del bautismo se da en la hora de la respuesta al llamamiento que el creyente recibe por medio de la palabra de fe que le es anunciada. Llamamiento al que responde como siervo. Llamado a los ordenamientos del Reino y respuesta gozosa a acatar la voluntad del Rey. Llamado a ser testigo y anhelo ferviente por dar testimonio de su fe. Así registran los Hechos de los Apóstoles que los que recibieron la palabra fueron bautizados. Los tres mil del día de pentecostés, el eunuco evangelizado por Felipe, Pablo, quien después de ser sanado de su ceguera se bautizó, el carcelero de Filipos, quien una vez que escuchó el evangelio fue bautizado a la media noche con todos los suyos”. Otros estamos convencidos de que es necesario doctrinar a fondo a la gente, darle bastante doctrina, para que lleguen a ser buenos miembros de la iglesia, estables; otros dicen que, de esa forma el crecimiento de la iglesia es raquítico. Y se apoyan y predican sobre el bautismo bien metidos en el libro de los Hechos, y de cómo allí la historia dice como los primeros cristianos practicaban el bautismo con o sin doctrina, tan pronto como ellos acepten al Señor. Es cierto que la práctica neotestamentaria era de bautizar a los nuevos hermanos tan pronto como se hubiesen convertido. Hagamos un recorrido por el libro de los hechos de los apóstoles Hechos 2:41 Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. 8:12 Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. 8: 36 Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? 9:18 Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. 10:47 Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? 10:48 Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días. 16:14 Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. 16:15 Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos. 16: 32 Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. 16:33 Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. ; 18:8 Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados. Sin embargo, la mayoría pensamos que debe haber un tiempo prudente de instrucción y observación del testimonio y conducta del candidato. Ojo no objetamos eso, puesto que cada iglesia es libre para determinar sus propios actos. Sin embargo, por razones de orden, y con base en experiencias un tanto amargas, es prudente dar tiempo para que el creyente muestre evidencias de su arrepentimiento y que la iglesia esté convencida de su idoneidad para ser bautizado. De otra manera, se corre el riesgo constante de bautizar a personas no regeneradas. Es bueno un lapso de tiempo para instruir al candidato acerca de sus deberes, sus derechos y de algunas doctrinas de primera importancia de la fe cristiana”.
Otra razón para esperar un poco de tiempo antes de bautizar es que según nuestra eclesiología solo los creyentes bautizados pueden ser miembros de la Iglesia. Esto, porque se considera que alguien que ha recibido el verdadero bautismo bíblico es una persona espiritualmente idónea para ser miembro de la Iglesia. Todas las cartas a las iglesias, y toda referencia a la organización o a la vida de una iglesia en el Nuevo Testamento, demuestran claramente que las iglesias fueron compuestas únicamente de los que hacían una profesión de su fe y se bautizaban. No hay la menor referencia directa o indirecta a otra clase de personas que fueran miembros de la iglesia. Solo los creyentes en Cristo, regenerados y bautizados”. La razón es muy sencilla. El buen testimonio de la iglesia exige pruebas de regeneración de parte de los que aspiran a disfrutar los privilegios de ser miembros.
¿Qué habrá de malo en esto? ¡Absolutamente nada! Pero queda una pregunta perturbadora. ¿Tenemos derecho de exigir más que “pruebas de regeneración” como requisito para el bautismo?

2. El lugar.
Donde haya suficiente agua como para cubrir el cuerpo de los candidatos en forma completa. Nuestro Señor Jesucristo fue bautizado en el río Jordán. Es probable que el etíope fuera bautizado en un lago. Quizá Lidia y el carcelero de Filipos fueron bautizados en un río. Los tres mil en Jerusalén, tal vez fueron bautizados en estanques. lo cierto que el bautismo es por inmersión no por gotitas o totumas.
3. Cuando no hay iglesia. ¿Quién administra entonces el bautismo? : “Donde no hay iglesia, un cristiano o grupo de cristianos pueden administrar la ordenanza. Pero donde hay una iglesia, el asunto concierne a la misma, ya que el bautismo es una ceremonia por la cual el creyente se identifica pública y formalmente con la agrupación cristiana”. En el caso del etíope observamos que Felipe le bautizó sin que estuviera presente ninguna iglesia. Es de suponerse que la iglesia de Jerusalén había autorizado previamente al evangelista para que también bautizara, como lo hizo propiamente en Samaria (Hechos 8:5-12), pero no hay evidencia bíblica de ello. Así lo hizo Pablo al bautizar a varios hermanos (1 Corintios 1:14-16). Así también lo hacen los misioneros modernos cuando llegan a un lugar donde no hay iglesias establecidas.
7. ¿PARA QUE SIRVE EL BAUTISMO?
Podemos resumir en tres los beneficios al bautizarse:
1. OBEDIENCIA: Se obedece un mandato del Señor Jesucristo. Como ya lo hemos expresado, el bautismo es una ordenanza de nuestro Salvador y cada creyente en ÉL debe obedecerla (Mateo 28:19-20). Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
2. TESTIMONIO: Se testifica de Cristo. El bautismo es el mejor medio de testificar de Cristo. Como ya se ha mencionado, todo el proceso de la salvación queda fielmente representado en el bautismo.
3. MEMBRESIA: Se es miembro de alguna iglesia local. Como también ya se ha dicho, el bautismo sirve para pertenecer a una congregación cristiana local, adquiriendo todos los deberes y derechos como miembro.
8. ¿PARA QUE COSAS NO SIRVE EL BAUTISMO?
1) Para lavar los pecados. El bautismo no lava, no limpia, no borra, pecados. Nosotros creemos que solo la sangre de Cristo limpia al hombre de todo pecado (1 Juan 1:7; Apocalipsis 1:5). 2) bautismo tampoco es para salvación. Si así fuera, entonces ésta sería por obras y no por gracia. Si es por obras, entonces en vano murió Cristo, su muerte es inútil (Gálatas 2:16-21). “El bautismo no salva, tampoco ayuda a la salvación, no es una condición para ser salvo, no transmite gracia, por tanto.
Algunos se basan en varios pasajes bíblicos para proponer al bautismo como necesario para la salvación.
1. Marcos 16:16. “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”. Ellos afirman aquí que además de la fe es necesario el bautismo para salvación. Notemos que en la segunda parte del texto el Señor no menciona el bautismo para nada. Solo dice que el que no creyere será condenado. Además, la genuinidad de este pasaje (Marcos 16:9-20) está en duda, pues no aparece en los manuscritos griegos más antiguos. Así lo mencionan en sus notas al margen las versiones, Reina Valera Actualizada,
2. Juan 3:5. “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Ellos asocian el nacer del agua con el bautismo y que el Señor afirma claramente que es necesario para entrar en el reino de Dios. El Señor está hablando de lo mismo al referirse al agua y al Espíritu. Una es el símbolo y el otro es real. Menciona el agua, pero no como el elemento líquido, sino como lo hizo en Juan 7:38-39, donde habla del Espíritu Santo bajo esa figura. El Señor le dice a Nicodemo que necesita la purificación de su alma para poder entrar en el reino de Dios. Este concepto no era ignorado por el fariseo, pues él conocía perfectamente pasajes como Ezequiel 36::25 Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Ezequiel 36:26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Ezequiel 36:27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Y Zacarías 13:1. En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia.
3. Hechos 2:38. “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. Ellos dicen que aquí Pedro está pidiendo el bautismo como necesario para el perdón de pecados. Sin embargo, esto no es así. Pedro menciona en primer lugar el arrepentimiento, el cual es imprescindible para el perdón divino. El bautizarse en el nombre de Jesucristo, significa que los que se bautizan es porque han creído en Cristo.
4. Hechos 22:16. “Ahora, pues, ¿Por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”. Este es uno de los pasajes favoritos de los que defienden la necesidad del bautismo para salvación, pues dicen que es muy clara la afirmación de que el bautismo lava los pecados, Pero no es así. No se le dice a Pablo que bautizándose lave sus pecados, sino se le dice, lava tus pecados, invocando su nombre. Es la invocación del nombre del Señor la que salva (Joel 2:32 Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado. ; Hechos 2:21 Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.; Romanos 10:13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.), así pues, este pasaje no significa que el bautismo de agua sea el medio necesario para el perdón, sino el signo exterior de la fe interior mediante la cual, la persona es justificada y que se expresa con la invocación del nombre del Salvador”.
5. Hebreos 10:22 “Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”. En estos textos, no es el agua física, sino la Palabra de Dios el elemento purificador, como Jesús dijo: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado” (Juan 15:3).
6. Tito 3:5. “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”. Una vez más, el pasaje no está mencionando ningún bautismo y el lavacro a que se refiere, es la regeneración, la cual se realiza con la renovación en el Espíritu Santo. La misma idea se presenta en Ezequiel 36:25-27: “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos y en mis preceptos, y los pongáis por obra”.
7. 1 Pedro 3:21. “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo”. Un versículo de los más difíciles de interpretar, pero a la sazón, de los más claros. La palabra que se traduce “corresponde”, es la palabra griega antítupon que significa antitipo. Lo que nos da una traducción así: “El bautismo antitipo a esto ahora nos salva...”. Claramente se refiere, como lo hace en el versículo dieciocho, al sacrificio de Cristo y a su resurrección, como lo dice en este mismo versículo 21 al final. Es la muerte y resurrección de Cristo lo que nos salva, ellas son el antitipo, el bautismo en agua es el tipo. El bautismo a que se refiere Pedro es el mismo bautismo del que hablaba el Señor, es decir, a su muerte. “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡Cómo me angustio hasta que se cumpla!” (Lucas 12:50). Si el bautismo fuera necesario para salvación, ¿Por qué entonces, el ladrón arrepentido no se bautizó y fue salvo? El mismo Señor le dio Palabras de Salvación: (Lucas 23:43)
1) Palabras de Absoluta Seguridad: “De cierto te digo...”.
2) Palabras de Candente Actualidad: “...que hoy...”.
3) Palabras de Majestuosa Fraternidad: “... estarás conmigo...”.
4) Palabras de Gloriosa Eternidad: “... en el Paraíso”.
9. EL BAUTISMO EXTRAÑO.
Por bautismo extraño, entendemos el acto realizado por un ministro o representante de alguna otra denominación. Algunas iglesias bautistas aceptan tales bautismos, pero nosotros recomendamos que los que han recibido un bautismo extraño no sean recibidos en nuestras iglesias. La objeción se basa en el afán de que las ordenanzas sirvan para el propósito y función espirituales para los que fueron establecidas y esto no puede lograrse si reconocemos la ordenanza que no está realizada según la enseñanza del Nuevo Testamento. Hay muchos que administran el bautismo por aspersión, o sin requerir una profesión pública de fe en Cristo, o lo hacen solo en el Nombre de Jesús, o bien, lo administran como un medio para alcanzar la salvación. Es por esto, que nació la denominación bautista en el siglo XVII en Inglaterra, porque los cristianos puritanos redescubrieron en el Nuevo Testamento que el bautismo debe ser solo a creyentes en Cristo y por inmersión. Por eso a ellos les llamaron anabautistas o rebautizadores.
Tenemos en la Biblia un caso de rebautismo: En Hechos 19:5. El apóstol Pablo les pregunta a los creyentes efesios: “... ¿En qué pues fuisteis bautizados?...” (Hechos 19:3), como preguntando: ¿en el nombre de quién fuisteis bautizados? Ya que ellos ni siquiera habían oído que había Espíritu Santo, lógicamente, no habían sido bautizados en el nombre del Dios Trino, por eso, Pablo pidió que le bautizaran nuevamente
10. ASPECTOS PRÁCTICOS Del Bautismo:
1) El bautismo, aún cuando es un mandato de Dios no debe administrarse en forma fortuita y sin consentimiento de la persona.
2) El creyente que desea bautizarse debe anhelarlo de corazón. Debe decidirlo voluntariamente y pedirlo a la iglesia.
3) Los candidatos al bautismo deben ser discipulados por la Iglesia en las principales doctrinas bíblicas, en la doctrina del bautismo mismo y en la organización de la Iglesia.
4) La Iglesia debe examinar doctrinalmente a los candidatos y sobre todo observar su conducta en el Señor y su deseo de servirle.
5) La Iglesia puede aprobar o rechazar a algún candidato, cuando a juicio de la misma, no reúne los requisitos para ser miembro de ella.
6) Los candidatos aprobados deben sujetarse al día, hora, lugar y el ministro ordenado que impartirá la ordenanza que la Iglesia asigne.
7) Los candidatos aprobados y bautizados pasan a formar parte de la Membresia de la iglesia, con todos sus derechos y responsabilidades propios de una Iglesia Cristiana.
“La iglesia debe estar preparada para este evento que es de vital importancia en el desarrollo espiritual del nuevo creyente




11. ALJABA PARA EL PREDICADOR.
el bosquejo de un sermón
IMPORTANCIA, SIGNIFICADO Y PROPÓSITO DEL BAUTISMO MATEO 28:19-20
I. IMPORTANCIA DEL BAUTISMO CRISTIANO.
Aunque el bautismo no es un sacramento que imparte gracia, ni es imprescindible para la salvación, sí es un acto solemne e importante.
1. Porque es una ordenanza establecida por nuestro Señor Jesucristo.
2. Porque es una ordenanza importante para el creyente. El mismo Jesús le dio importancia al pedir ser bautizado. Al bautizarse el nuevo creyente está obedeciendo a su Maestro, se compromete a ser un fiel aprendiz de ÉL, y se incorpora a la iglesia local.
II. SIGNIFICADO DEL BAUTISMO CRISTIANO.
Es muy conocido que la palabra bautismo significa “sumergir”, es decir, cubrir totalmente. Este acto comprende tres facetas repletas de simbolismo.
1. Es un acto de inmersión. Al sumergirse en el agua, el creyente recuerda que Jesucristo murió en su lugar y que él mismo ha muerto a una vida vieja de pecado.
2. Es un acto de sumersión. Al estar totalmente cubierto por el agua, el creyente recuerda que el Señor fue sepultado después de su real muerte y su decisión de cambiar de vida.
3. Es un acto de emersión. Cuando sale del agua el creyente recuerda que el Señor resucitó para su justificación y que ahora debe vivir una vida nueva con Cristo y para Cristo.
III. EL PROPÓSITO DEL BAUTISMO CRISTIANO.
Además de obedecer a su Señor e imitar lo que ÉL hizo, el creyente que se bautiza hace también tres cosas más:
1. Una proclamación pública. Proclama que era un pecador a quien Cristo salvó y que ahora quiere vivir para Cristo.
2. Una confesión pública. Confiesa que Cristo es su Redentor quien murió por él en la cruz, que es su Intercesor quien ora por él en los cielos y que es su Defensor quien abogará por él en el juicio.
3. Una declaración pública. Declara que Cristo es más que un ejemplo, más que un filántropo, es el Salvador de los pecadores.
EL LIBRO DE JOB:(Capítulo 1-5) El libro de Job nos muestra a un buen hombre temeroso de Dios sufriendo sin ninguna razón aparente. Job, es un personaje, prudente en todo, lo que tenía lo obtuvo sin haber cometido falta alguna. La ubicación es en la tierra de Uz; un lugar incierto, solo se sabe que tenía muchas pastizales y campos de cultivo, localizada cerca de un desierto, al este del rio Jordán, cerca de Canaán. Probablemente Job vivió durante los días de los patriarcas (Abraham, Isaac, Jacob) antes de que Dios diera su ley o designara a los sacerdotes como líderes religiosos. El padre de familia era el líder religioso porque no habían sacerdotes que lo instruyeron en las leyes de Dios. Job actuaba como el sacerdote y ofrecía sacrificios a Dios para pedir perdón por los pecados que él y su familia habían cometido, Job, era un hombre justo e irreprochable que había sido grandemente bendecido, era el blanco perfecto para Satanás. Satanás atacó a Job al acusarlo de ser recto sólo por no tener razón alguna para volverse en contra de Dios. Satanás quería probar que Job adoraba a Dios no por amor, sino porque Dios le había dado mucho. En la primera prueba, Job perdió sus posesiones y a su familia, pero reaccionó correctamente hacia Dios al reconocer su soberana autoridad sobre todo lo que él le había dado. Job pasó la prueba y demostró que la gente puede amar a Dios por lo que él es, no por lo que da. El siguiente paso, fue provocarle un sufrimiento físico a Job para probar su acusación original. Al saber de las dificultades de Job, 3 de sus amigos llegaron para consolarlo (Elifaz, Bildad y Zofar). Desafortunadamente, cuando llegaron su consuelo fue muy deficiente porque eran soberbios en su propio consejo e insensibles ante las necesidades de Job. Los amigos de Job se dieron cuenta de que su dolor era demasiado profundo para consolarlo con meras palabras, por lo que no dijeran nada La respuesta de Job, a esta segunda prueba estuvo en severo contraste con su actitud después de la primera prueba. Job continúo sin maldecir a Dios, pero maldijo el día de su nacimiento. Elifaz, argumentó que el sufrimiento era resultado directo del pecado, y que si tan solo Job confesara el suyo, su sufrimiento terminaría. Elifaz hizo muchos comentarios buenos y acertados; hizo 3 conjeturas equivocadas. 1. Una persona buena e inocente nunca sufre. 2. Aquellos que sufren está siendo castigados por sus pecados pasados 3.Debido a que estaba sufriendo, Job habría hecho algo malo ante los ojos de Dios. (Cap. 6-10) En su dolor, Job quería rendirse, ser liberado de esta pena y morir. Pero Dios no le concedió su petición. Tenía un plan mayor para él. Job sentía profunda angustia y amargura, y habló sinceramente con Dios sobre sus sentimientos para dejar salir sus frustraciones. Job dejo de hablar con Elifaz y hablo directamente con Dios aunque Job había vivido una vida recta, estaba comenzando a dudar del valor de haber vivido así, más tarde, Dios reprobó a Job por esta actitud. Bildad estaba molesto porque Job seguía afirmando que era inocente mientras objetaba la justicia de Dios. La base del argumento de argumento de Bildad, al igual que Elifaz, creía equivocadamente que las personas sufrían solo como resultado de sus pecados. Bildad se equivocó al suponer que para su seguridad. Job estaba confiando en otra cosa y no en Dios, así que declaró que tal soporte se derrumbaría. Job reconoció, sin embargo, que discutir con Dios era fútil e improductivo. Conforme continuaba su sufrimiento, se volvía más impaciente. Aunque Job permaneció leal a Dios, hizo declaraciones que más tarde lamentaría porque comenzó a hundirse en la autocompasión. En su frustración, Job llegó a la falsa conclusión de que Dios buscaba atraparlo. Vamos a hablar de uno de los frutos del Espíritu. La paciencia: etimología de la palabra Es muy interesante conocer que el origen de la palabra paciencia es la raíz latina pati que significa sufrir. De hecho el participio patiens se introdujo al castellano como paciente término que se utiliza en los hospitales que quiere decir “el que sufre.” Así la palabra misma nos recuerda que la paciencia implica sufrimiento, si bien ese sufrimiento se acepta con dignidad esperando una recompensa mayor que vendrá, ya sea con el simple paso del tiempo, con la perseverancia, o con la actividad correcta en los momentos correctos. La paciencia es un rasgo de carácter que nos permite pasar por situaciones caóticas sin derrumbarnos, nos permite educar a nuestros hijos sin gritos y nos permite aceptar a los compañeros de trabajo sin deprimirnos, entre muchas otras cosas. Paciencia es la cualidad de tolerar o soportar dolor o dificultades sin quejas.

Paciencia en momentos lentos. ¿Le ha tocado desesperarse con la burocracia de ciertas instituciones? Pedir una partida de nacimiento, sacar la cedula, inscribirse en una institución educativa. Cobrar dinero en alguna institución financiera un quince o un último ¿Ha tenido la “oportunidad” de esperar largo tiempo en Mercal para poder ser atendido? Son momentos todos en que la paciencia debe derrotar al desasosiego. La gente que trabaja en el campo sabe que el tiempo entre la siembra y la cosecha no es de haraganería, es un tiempo para fertilizar, preparar la tierra, arreglar maquinaria, etc. Hay que sacar ventaja de ese aparente “tiempo muerto”.
Esto se debe a que necesitas paciencia, Dios sabe cuando te dará las respuestas a tus necesidades. Leamos en los salmos 71:12 al 13 Oh Dios, no te alejes de mí; Dios mío, acude pronto en mi socorro. 13 Sean avergonzados, perezcan los adversarios de mi alma; Sean cubiertos de vergüenza y de confusión los que mi mal buscan. No puedes demandar a Dios una respuesta inmediata a tus necesidades debes aprender esperar en Dios él es soberano y te prueba para fortalecerte, mediante su palabra para que pueda depender de el. El desea transformar tu carácter para que seas liberado o liberada. El señor tiene un tiempo para la bendición y respuestas a tus necesidades. No arranca Dios una atadura ni hará una obra milagrosa hasta que no se haya dada la transformación paulatina de tus pensamientos e intenciones de tu corazón. Santiago 5:7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Si la respuesta de Dios fuera inmediata , debido a tu naturaleza pecaminosa se marchitaría lo que Dios ha sembrado en tu ser, Dios sabe que es el tiempo de espera que te obligue a clamar , a obedecer a humillarte delante de su presencia , a morir en tu carne , es decir negarte a ti mismo. Esto hace posible que puedas vencer a tu propio enemigo que es tu yo egocentrista y esclavo del pecado. En este tiempo de espera estas fortaleciendo lo que Dios está haciendo en tu vida durante tu prueba y aflicción Paciencia, confianza en Dios y Obediencia es lo que necesitas.
Paciencia como perseverancia.
Bolívar derrotó a los españoles para liberar a Venezuela de su yugo, pero sólo después de muchas y dolorosas derrotas. Siempre tuvo la paciencia de asimilar la derrota, levantar un nuevo ejército, luchar nuevamente, ser derrotado, asimilar la derrota, entre otros. Un ciclo que no se interrumpió sino hasta que logró la victoria final y lograr la independencia.
Esto lo podemos aplicar, tanto a Bolívar, como a un equipo de fútbol que luego de derrota tras derrota, persevera hasta lograr el campeonato, al estudiante que finalmente logra titularse, o al empleado que finalmente es reconocido como “siervo fiel”. Dice el libro de los Salmos 37:7 Guarda silencio ante Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, Por el hombre que hace maldades. Dice la palabra en Eclesiastés 3:1al 11 1 Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. 2 Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; 3 tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; 4 tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; :5 tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; :6 tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; 7 tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;:8 tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz. 9 ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana? 10 Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. :11 Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. Tus equivocaciones, fallas decisiones inadecuadas y errores Dios los conoce porque el tiempo de Él es eterno y el plan perfecto para tu vida que no lo improvisa…el te enseña a través de tus errores, el es omnipresente el está en tu ayer, en tu hoy y en tu mañana. Eclesiastés 3:14 He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres.
Paciencia como actividad correcta en el momento correcto. Cuando “tenemos el tiempo encima” tendemos a desesperarnos, nos irritamos, gritamos y generamos un caos peor sin lograr resultado alguno. Este también es un momento para la paciencia. Nuevamente no se trata de esperar una solución “caída del cielo”, si bien podemos orar y pedir ayuda divina, lo cierto es que también tenemos que enfrentar el problema. Gedeón, David, y otros personajes de la Biblia, tuvieron que marchar a la batalla. Aunque recibieron ayuda de Dios.
Cuando estés listo recibirás la respuesta que necesitas. Aprende a esperar en Dios, es difícil pero hay que reposar en su sabiduría y fidelidad, mientras El hace la obra. Por lo tanto sigue adelante no importa lo despacio que te parezca y la fallas que cometas. No importan lo que digan tus voces interiores que se opone a tu victoria, no importa lo que digan los que no creen en tilo que importa es que tú crees en Dios y él lo que dice lo cumple porque él es poderoso y fiel. Dice la palabra en Números 23:19 Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?
Dice el Salmos 62:1 En Dios solamente está acallada mi alma; De él viene mi salvación. Salmos 62:2 Él solamente es mi roca y mi salvación; Es mi refugio, no resbalaré mucho. Salmos 62:3 ¿Hasta cuándo maquinaréis contra un hombre, Tratando todos vosotros de aplastarle Como pared desplomada y como cerca derribada? Salmos 62:4 Solamente consultan para arrojarle de su grandeza. Aman la mentira; Con su boca bendicen, pero maldicen en su corazón. Selah Salmos 62:5 Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza. Salmos 62:6 Él solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. Salmos 62:7 En Dios está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. Salmos 62:8 Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. Selah Salmos 62:9 Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón; Pesándolos a todos igualmente en la balanza, Serán menos que nada. Salmos 62:10 No confiéis en la violencia, Ni en la rapiña; no os envanezcáis; Si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas. Salmos 62:11 Una vez habló Dios; Dos veces he oído esto: Que de Dios es el poder, Salmos 62:12 Y tuya, oh Señor, es la misericordia; Fuente de la paciencia.
La buena noticia es que para lograr este rasgo, tenemos la ayuda del Espíritu Santo. Gálatas 5:22 dice que la paciencia es uno de los frutos del Espíritu Santo “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe” No estamos solos, oremos a Dios porque su Espíritu more en nosotros y seremos recompensados con este fabuloso rasgo del carácter de Cristo: la Paciencia.

viernes, 19 de agosto de 2011

AUTORIDAD DE DIOS Y AUTORIDAD HUMANA

La palabra "autoridad" viene de la palabra "autor" que, a su vez viene de "autós", que, en griego, es el pronombre reflexivo "sí mismo". Dios tiene autoridad sobre el mundo, sobre la creación, porque Él es su autor. Él la creó. Esa autoridad viene de sí mismo. No viene de ningún otro. Él mismo es el origen, el principio, de la autoridad que Él ejerce.
En nuestro mundo todo el que funda o crea alguna cosa, alguna institución, tiene autoridad sobre ella. Por ejemplo, el fundador de una empresa, el dueño, tiene autoridad sobre ella porque él la fundó, él la creó y le pertenece. El padre, o ambos esposos, como padres de familia, tienen autoridad sobre su hogar porque ellos lo fundaron.
Dios instituyó la autoridad en el mundo, porque Él es un Dios de orden, y no hay orden posible sin autoridad. Todas las autoridades que hay en el mundo son un reflejo de la autoridad que Él ejerce como creador, como autor del universo, y proviene de Él. Pablo lo expresa muy claramente en Romanos: "no hay autoridad sino de parte de Dios y las que hay, por Él han sido constituidas". (Rm 13:1)
Pero Dios no sólo ha creado el universo, sino lo sustenta también “con la palabra de su poder” , como dice Hb 1:3. Así como Él lo creó con su palabra, con el Verbo, de igual manera Él lo sustenta día a día, lo mantiene en existencia, momento a momento, con su poder, como quien sostiene un gran objeto con la fuerza de su brazo. Si dejara de sostenerlo un instante, si retirara su brazo, el mundo volvería a la nada de donde salió (Sal 104:29).
Hay quienes, aun creyendo en un Dios creador, piensan que Dios ya no interviene en el mundo; que el mundo tiene una existencia autónoma, independiente de Él. Los que así piensan quieren -inconcientemente quizá- eliminar a Dios de sus vidas, no quieren tenerlo en cuenta a Él en lo que hacen, porque les estorba.
Los filósofos deístas de los siglos XVII y XVIII, hablaban de Dios como del "gran relojero". Dios, decían, creó el mundo, le dio forma, como un relojero fabrica un reloj; le dio después cuerda y, a partir de ese momento, el reloj marcha solo, sin intervención de su creador.
Pero Jesús afirmó que ningún pajarillo “cae a tierra sin vuestro Padre”, y que hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados. (Mt 10:29,30)
Dios no se ha ausentado del mundo. No le ha dado la espalda ni se desentiende de él. Nada, ni el más pequeño acontecimiento, ocurre sin la intervención de Dios, sin que Él lo sepa, lo quiera o lo permita. Eso es para nosotros un gran misterio y, a la vez, un gran consuelo, y nos proporciona una gran seguridad.
Al comienzo de la creación Dios ejercía directamente su autoridad sobre sus hijos, Adán y Eva, y andaba con ellos en el huerto. Pero, a causa de su caída, ya no andó Dios en medio de ellos como hacía antes y sólo les hablaba ocasionalmente. Pero como no podía dejar a su creación sin autoridad, a medida que la humanidad crecía en número, Dios empezó a ejercer su autoridad sobre ellos a través de otros hombres, en quienes delegaba su autoridad.
Dice el Génesis que Dios había dado a Adán autoridad sobre toda la tierra, sobre la creación (Gn 1:28). Pero como él se rebeló contra Dios, cediendo a la sugestión de la serpiente, Adán cedió al diablo la autoridad que Dios le había dado. Desde entonces el diablo ha secuestrado o, por así decirlo, ha usurpado una parte de la autoridad que Dios había dado al hombre.
Por eso es que Satanás pudo decirle a Jesús, cuando lo llevó a la cima de un monte, y le mostró todos los reinos de la tierra: "Todo esto me ha sido dado, y a quien quiero se lo doy." (Lc 4:6)
Satanás no mentía. Dijo algo que en parte era cierto. Si no fuera verdad, Jesús le habría dicho: "Mientes, Satanás, lo que dices no es cierto. Eso que me muestras no es tuyo."
Pero Jesús no le contradijo. Y sabemos, como dice el refrán, que el que calla, otorga. Al callarse, aceptaba que lo que el diablo afirmaba era cierto, al menos en parte.
Podría objetarse que la palabra dice que “del Señor es la tierra y su plenitud.” (Sal 24:1) y que, por tanto, los reinos de este mundo no le pertenecen a Satanás sino a Dios, lo cual es verdad. Sin embargo, Jesús llama al enemigo en varios lugares “el príncipe de este mundo” (Jn 14:30), y Pablo lo llama “el dios de este siglo” (2Cor 4:4),  él ejerce sobre “el mundo” un señorío temporal pero efectivo. Ese dominio se lo han dado los mismos hombres que se someten a las insinuaciones y ofertas de Satanás, siguiendo “la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire.” (Ef 2:2).
¿Cómo permitió Jesús sin objeciones que Satanás le dijera que a quien él quisiera le daba la potestad de los reinos de la tierra, es decir, que él pone y quita a los gobernantes, cuando el versículo de Romanos que hemos citado antes dice claramente que “no hay autoridad sino de parte de Dios y (que) las (autoridades) que hay por Él han sido constituidas.”? (Rm 13:1)
Lo que Pablo quiere decir es que el “principio” de la autoridad en el mundo procede de Dios y que todos los gobernantes derivan de Él la autoridad que ejercen. Lo cual no quiere de ninguna manera decir que la ejerzan conforme a la voluntad divina, sino muchas veces, más bien, todo lo contrario. Lo pueden hacer porque Dios le ha dado al hombre la potestad de usar sus facultades y atributos en la forma que él quiera, en obediencia o en desobediencia a sus mandatos.
En los hechos Satanás domina el campo de la política humana, poniendo y quitando gobernantes a su capricho, a través de las maquinaciones de los hombres que le sirven, aun sin saberlo. Basta echar una mirada a la política, a la irresponsabilidad, a la arbitrariedad, al egoísmo y a la corrupción que prevalecen en ese campo, no sólo en nuestro país sino en el orbe entero, para constatar que ésa es la triste realidad. La política es una esfera que Satanás y sus huestes de maldad controlan.
Siendo así las cosas, ¿no sería mejor que los cristianos no intervengan en la política para no contaminarse? Al contrario. Si bien el peligro de contagio de las malas prácticas es real, los cristianos están obligados a involucrarse en la política para quitarle a Satanás el dominio que tiene sobre ese campo, y para influir en las decisiones que tomen parlamentos y gobernantes con los principios del Evangelio. Abstenerse de hacerlo es claudicar de la misión que Jesús confió a sus discípulos: “Id por todo el mundo…” (Mr 16:15). Ese mundo incluye, con las debidas precauciones, a todas las esferas de la actividad humana, incluyendo las artes y los espectáculos.
Así es cómo, a consecuencia de la caída de Adán, Satanás interviene e interfiere en el uso de la autoridad que Dios ha delegado en el hombre sobre todo lo que concierne a la tierra y a la humanidad. Por eso están las cosas tan mal como están. Porque el enemigo, por envidia del hombre, y usurpando una autoridad que no le corresponde, ha venido para robar, matar y destruir (Jn 10:10a).
Notemos además que, así cómo Satanás tentó a Adán y Eva, prometiéndoles si seguían su sugerencia, una recompensa maravillosa que no fue cumplida, de manera semejante Satanás sigue tentando al hombre y a la mujer, prometiéndoles recompensas engañosas (placeres, poder, dinero, fama, toda clase de satisfacciones, etc.) que duran muy poco y que pronto se convierten en un tormento.
¿Por qué permite Dios que Satanás siga haciendo de las suyas? No podemos penetrar en las profundidades de la mente divina, ya que sus pensamientos no son nuestros pensamientos y sus caminos no son nuestros caminos (Is 55:9). Pero, por lo que Dios dice en la Biblia podemos deducir que Él lo permite porque desea que el hombre sufra las consecuencias de sus propios actos, de sus decisiones y de seguir las insinuaciones de Satanás, del mundo y la carne, a fin de educarlo. Sufriendo se aprende.
También sabemos que, afortunadamente, Dios quiere recuperar su autoridad plena sobre el mundo, quiere instaurar su reino sobre la tierra. Con ese fin envió Él a su Hijo a vivir entre nosotros y a morir por nuestros pecados. Al comienzo del sermón de la montaña, Jesús nos enseñó a orar diciendo primero: "Venga a nosotros tu reino"; y después, "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo." (Mt 6:10).
La segunda frase explica la primera: el reino de Dios existe sobre la tierra dónde y cuándo se hace la voluntad de Dios, y en la medida en que se hace lo que Él manda. El reinado de Dios, que es lo mismo que decir el gobierno de Dios, consiste en el ejercicio pleno de su autoridad, en el sometimiento de todo lo creado a su voluntad.
Sabemos que Él ejerce autoridad incontrastable en el cielo. Quiere ejercerla de la misma forma en la tierra.
Jesús dijo a sus discípulos: "El reino de Dios está en medio de vosotros." (Lc 17:21) Eso puede entenderse de dos maneras: En primer lugar, el reino de Dios estaba en medio de ellos, o se había acercado a ellos, porque Jesús estaba en su medio. Donde está el rey, está el reino. Pero Él ya no está físicamente en la tierra, de donde, en segundo lugar, el reino de Dios está en medio nuestro espiritualmente, cuando el rey está en nuestros corazones; cuando nos convertimos y Él viene a reinar en nuestras vidas; cuando el Espíritu Santo, por el nuevo nacimiento, entra en nosotros.
Pero ¿hasta qué punto podemos nosotros realmente decir que Él reina en nuestros corazones? Su reino se constituye en nosotros en la medida en que nosotros hacemos su voluntad, en la medida en que le obedecemos. Si sólo le obedecemos a medias, su reino está como opacado, no es plenamente vigente en nosotros.
De otro lado, nosotros no podemos ejercer la autoridad que Dios nos ha dado si no nos sometemos primero a la autoridad de Dios. Puesto que nuestra autoridad viene de la suya, sólo podemos ejercerla en armonía con su voluntad.
Nosotros hemos sido trasladados del reino de las tinieblas al reino de su luz admirable, como dice la primera epístola de Pedro (1P 2:9). Antes vivíamos en el reino de las tinieblas y hacíamos la voluntad del príncipe de las tinieblas. Pero, desafortunadamente, ahora que estamos en el reino de la luz, es decir, en el reino de Dios, seguimos haciendo todavía en parte la voluntad del príncipe de las tinieblas. ¿O no es así? Cuando nos encolerizamos, o cuando hacemos lo que no agrada a Dios y le ofendemos, haciendo cosas de las que después nos avergonzamos, ¿la voluntad de quién hacemos?
¿Por qué obramos así, siendo inconstantes? Porque nuestra vieja naturaleza, la concupiscencia de la carne, aún permanece en nosotros, y sigue obedeciendo a su viejo maestro, a su viejo patrón, al diablo. No nos hemos liberado totalmente de él.
En la medida en que vayamos muriendo a nosotros mismos, y con ello, a la carne en nosotros, -o dicho de otro modo, en la medida en que Cristo sea formado en nosotros (Gal 4:19)- iremos obedeciendo cada vez más a Dios, y su reino se irá estableciendo paulatinamente en nuestras vidas.
En el mundo los gobernantes deben ejercer la autoridad que Dios ha delegado en ellos para bien de los gobernados. Pero la ejercen en la mayoría de los casos, sin saber por cuenta de quién lo hacen y con qué propósito. No son concientes de que es de Dios de quien han recibido la autoridad que ejercen. Creen que la autoridad les pertenece; que es suya. Y por eso la ejercen mal, no para provecho del pueblo, sino para el suyo propio. Y como la ejercen mal, los que están bajo su autoridad sufren.
De esa manera se cumple una maldición divina que, aunque no está expresada verbalmente en el capítulo tercero del Génesis, se puede decir que estuviera implícita. Como si Dios hubiera dicho: Ya que no habéis querido ser gobernados por mí, en adelante seréis gobernados por hombres que no reconocerán mi autoridad sobre ellos; que no sabrán que ejercen la autoridad en mi nombre. (2)
Quizá alguno podría objetar: ¿Ejercen todos los gobernantes su autoridad en nombre de Dios? ¿Podríamos decir, por mencionar algunos ejemplos extremos, que un Hitler, o que un Stalin, ejercieron su autoridad en nombre de Dios?
Sí, aunque nos parezca extraño, en nombre de Dios la ejercieron, porque, como Pablo dice, no hay autoridad fuera de Él. Pero en el ejercicio de esa autoridad, así como en el caso de la mayoría de los gobernantes, sino en todos, se ha entrometido alevosamente el príncipe de este mundo, para inducir o dominar. Y por eso esos dictadores usaron la autoridad que tenían de mala manera y, bajo su influencia, cometieron tantos crímenes.
¿Por qué lo permite Dios? Porque nosotros lo merecemos, porque nos lo hemos buscado, ya que en nuestras vidas privadas y públicas, no obedecemos a su voluntad. Y es su propósito que nosotros experimentemos las consecuencias de nuestros actos. Lo permite, en verdad, para nuestro bien, para que aprendamos.
Él usa a los malos gobernantes para castigar a los países, a las naciones, al mundo, por sus pecados, a fin de traerlos al arrepentimiento, así como usa también a los buenos gobernantes para premiarnos, cuando nos portamos bien. Si observamos la historia de las naciones, las grandes guerras –como las del siglo pasado, que tanto sufrimiento trajeron- fueron causadas sea por la ineptitud y frivolidad de sus gobernantes (la primera guerra mundial), sea por sus ambiciones desmedidas (la segunda).
Cuando vemos el espectáculo de corrupción que se exhibe en estos días, nos preguntamos: ¿A qué se debe esto? La corrupción de los gobernantes es un reflejo de la corrupción de los gobernados. Un pueblo corrupto tolera y vota por el candidato corrupto, porque se le parece, porque se identifica con él. Muchos no pueden identificarse con el candidato honesto porque no se les parece, porque es un bicho raro. Para decirlo en términos criollos: Es fácil ser “pata” del candidato deshonesto, porque habla el mismo lenguaje y tiene los mismos reflejos. En cambio, el candidato honesto no es “de mi barrio”, psicológicamente hablando; no me puedo tomar unas “chelas” con él, porque no toma o toma poco. Al candidato honesto le cuesta conectar con el pueblo. (3)
Lo malo es que los hombres, pese a todo lo padecido, no escarmentamos, nos obstinamos en nuestros pecados y endurecemos nuestros corazones. No queremos volvernos a Dios. ¿Cómo podemos pues quejarnos cuando nos va mal, o cuando la situación se vuelve difícil? Volvámonos pues a Dios, reconozcamos nuestros pecados, pidámosle perdón y Él se compadecerá de nosotros y, en su misericordia, sanará nuestra tierra. Entonces las cosas empezarán a mejorar.