Las objeciones de Moisés
para llegar a ser el libertador de Israel. Moisés tenía varias razones por las cuales
sentía que no era el hombre adecuado para la tarea que Dios quería que hiciera.
Leamos los primeros dos versículos de este capítulo 4 de Éxodo: Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que
ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová.2 Y
Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara. En
los días venideros Moisés utilizaría la vara en muchas maneras diferentes.
Llegaría a ser su símbolo de autoridad y un testimonio a Israel y a Egipto de
la presencia de Dios con Moisés. También le serviría como una fuente de fuerza
a Moisés mismo. El versículo 3, nos dice: 3 Él le dijo:
Échala en tierra. Y él la echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía
de ella. Cuando Moisés echó en tierra la vara, ésta se convirtió en un monstruo
vicioso. Note usted que no hay poder en la vara misma, porque es simplemente un
instrumento que puede ser usado por Satanás tanto como por Dios. ÉXODO 4:4 4 Entonces dijo Jehová a Moisés:
Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su mano, y la tomó, y se
volvió vara en su mano. Dios llamó a Moisés para librar a los hijos de Israel
de la esclavitud en Egipto. Lo entrenó por cuarenta años en el desierto, y lo
comisionó en la zarza ardiente. Este hombre, que en una ocasión estuvo tan
ansioso que se adelantó a Dios, ahora está maldispuesto a aceptar su oficio
dado por Dios como libertador. Empezó poniendo objeciones ante Dios y Dios puso
una vara en su mano. Moisés aprende que cuando la vara se usa según la voluntad
de Dios, y en la mano de un hombre que sea entregado a Dios, llega entonces a
ser un símbolo de autoridad. Además de la vara, sin embargo, Dios le da a
Moisés otra muestra de confianza, y le enseña una lección importante cuando
está a punto de asumir la gran responsabilidad de guiar a Israel en su salida
de Egipto. Leamos los versículos 6 al 8 de este capítulo 4 de Éxodo: 6 Le
dijo además Jehová: Mete ahora tu mano en tu seno. Y él metió la mano en su
seno; y cuando la sacó, he aquí que su mano estaba leprosa como la nieve.7 Y
dijo: Vuelve a meter tu mano en tu seno. Y él volvió a meter su mano en su
seno; y al sacarla de nuevo del seno, he aquí que se había vuelto como la otra
carne.8 Si aconteciere que no te creyeren ni obedecieren a la
voz de la primera señal, creerán a la voz de la postrera. El gran mensaje aquí
es para Moisés en particular. Su seno habla de su vida interior.
Proverbios 4:23 dice: 23 Sobre
toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida. Moisés metió
su mano en el seno (el corazón), simbolizando que la mano haría lo que manda el
corazón. Dios quería poner la vara en la mano de un hombre entregado a Él.
Ahora quiere que la mano de Moisés esté de acuerdo con su corazón. El Señor hizo
esta declaración en Mateo 7:17: MATEO 7:17
17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el
árbol malo da frutos malos. Luego, en el evangelio según San Lucas, capítulo 6,
versículo 45, el Señor dice: LUCAS 6:45 45 El hombre
bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal
tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la
boca. Dios está diciéndole a Moisés que Él quiere tanto su mano como su
corazón. Dios está diciéndonos a nosotros lo mismo hoy en día. Dios no quiere
nuestro dinero ni nuestros talentos. Dios nos quiere a nosotros mismos, a usted
y a mí, amigo oyente. Si nos tiene a nosotros, entonces tendrá también todo lo
demás. Moisés pues, metió su mano en su seno y su mano salió leprosa. La metió
de nuevo en su seno, y salió limpia. De su corazón saldrá al fin lo que
realmente es. Dios quería poner aquella vara en la mano de un hombre que fuera
completamente entregado a Él. Dios quería que aquella mano del hombre se
moviera en la misma dirección que Él movería su corazón.
Esta es la gran lección que Dios tenía para
Moisés, para los hijos de Israel, y también para nosotros hoy en día. Veamos
ahora, el versículo 10 de Éxodo capítulo
4: 10 Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor!
nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu
siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Moisés ofrece ahora
otra objeción. Dice: “Señor, se necesita de un orador elocuente para esta
tarea, y yo no hablo bien”. Claro que Moisés era capaz de hablar cuando llegaba
la hora de hablar, pero aquí da una excusa. Dice que se siente inadecuado.
Leamos los versículos 11 y 12: 11 Y Jehová le respondió:
¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al
ciego? ¿No soy yo Jehová? 12 Ahora pues, ve, y yo estaré con tu
boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar. Dios está diciéndole a Moisés que
no quiere tan sólo su mano, sino también su boca. Promete estar con la boca de
Moisés, y enseñarle lo que debe hablar. Del corazón mana la vida y lo que está
en el pozo del corazón saldrá por el cubo de la boca. Dios quería el corazón de
Moisés, pero Moisés todavía pone otra objeción. Escuchemos lo que él presenta
como excusa en el versículo 13: 13 Y él dijo: ¡Ay,
Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar. Moisés trató de hallar
un substituto. Y llegamos aquí a otro aspecto importante. Aarón llega a ser el
vocero de Moisés. Leamos los versículos 14 al 16: 14 Entonces
Jehová se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón,
levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se
alegrará en su corazón.15 Tú hablarás a él, y pondrás en su
boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que
hayáis de hacer.16 Y él hablará por ti al pueblo; él te será a
ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios. Moisés se equivocó mucho al pedir a Dios un
vocero. Dios lo permitió, pero no quería una comandancia dividida. Usted notará
que esto causó serios problemas a los hijos de Israel al viajar a través del
desierto. Aarón se ocupó en hacer un becerro de fundición para la adoración de
Israel mientras que Moisés estaba en el Monte de Sinaí. Esta fue una
equivocación terrible de parte de Aarón, y fue resultado de una comandancia
dividida. Otros problemas se dejan ver en el libro de Números. Dios no
necesitaba a Aarón para la tarea de librar a los hijos de Israel; sólo
necesitaba a Moisés. Moisés estaba maldispuesto a confiar en Dios en todo, y
entonces Dios tuvo que enviar otro hombre con él. Amigo oyente, nosotros
necesitamos reconocer nuestra debilidad, pero cuando Dios nos llama a hacer un
trabajo, debemos responder con confianza.
Dios nos capacita para hacer la tarea que Él nos
llama a hacer. Leamos ahora los versículos 17 al 18 : 17 Y tomarás en tu mano
esta vara, con la cual harás las señales.18 Así se fue Moisés,
y volviendo a su suegro Jetro, le dijo: Iré ahora, y volveré a mis hermanos que
están en Egipto, para ver si aún viven. Y Jetro dijo a Moisés: Ve en paz. En el
versículo 19, Dios da buenas noticias en cuanto a sus enemigos en Egipto: 19 Dijo
también Jehová a Moisés en Madián: Ve y vuélvete a Egipto, porque han muerto
todos los que procuraban tu muerte. Notamos aquí que hay un nuevo Faraón en
Egipto. El padre egipcio de Moisés, por adopción, ya ha muerto, y Moisés puede
ahora volver sin peligro a Egipto. En los versículos 20 y 21 vemos a Moisés
emprendiendo el viaje de regreso a Egipto; 20 Entonces Moisés
tomó su mujer y sus hijos, y los puso sobre un asno, y volvió a tierra de
Egipto. Tomó también Moisés la vara de Dios en su mano.21 Y dijo
Jehová a Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón
todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón,
de modo que no dejará ir al pueblo. El hecho de que Dios dice que Él endurecerá
el corazón de Faraón siempre ha presentado un problema. Este problema surge de
nuevo cuando consideremos las plagas y lo estudiaremos en más detalle. Estamos
seguros de que llegaremos a una solución satisfactoria.
Los
versículos 22 y 23, dicen: 22 Y dirás a Faraón: Jehová
ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito.23 Ya te he
dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir;
he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu primogénito. Dios era muy clemente en Sus
tratos con Faraón, y con los egipcios. Le dijo a Faraón en el principio de la
contienda: “O dejas ir a Mi hijo Israel, o mataré a tu hijo, tu primogénito”.
Dios envió muchas plagas antes de dar muerte al hijo primogénito de Faraón,
dándole tiempo amplio para que reconociera al Dios verdadero y dejara salir a
Israel, pero Faraón no aprovechó la oportunidad. Ahora, el versículo 24, dice:
:24 Y aconteció en el camino, que en una posada Jehová le
salió al encuentro, y quiso matarlo. Este es un versículo extraño, pero revela
la tercera objeción verdadera de Moisés. Había descuidado el circuncidar a sus
hijos. La circuncisión era la evidencia o el sello del pacto que Dios había
hecho con Abraham. Si Moisés proclamaba la voluntad de Dios para otros, él
también tenía que ser obediente a la voluntad de Dios. Y Dios tuvo que
recordarle forzosamente a Moisés de su desobediencia. Ahora, los versículos 25
y 26, dicen:25 Entonces Séfora tomó un pedernal afilado y cortó
el prepucio de su hijo, y lo echó a sus pies, diciendo: A la verdad tú me eres
un esposo de sangre.26 Así le dejó luego ir. Y ella dijo:
Esposo de sangre, a causa de la circuncisión. Es difícil comprender este
incidente, y debemos volver nuestros pasos un poco para examinar el problema.
Cuando Moisés huyó como fugitivo de Egipto, fue a la tierra de Madián. Los
madianitas eran los descendientes de Abraham y Cetura. Esta gente era
monoteísta. No eran idólatras, sino que adoraban a un solo Dios. Moisés pues,
se sintió como si estuviera en su casa con esta gente. Moisés se hizo muy amigo
del sacerdote de Madián, el cual tenía siete hijas. Moisés se casó con una de
las hijas llamada Séfora. En el principio, Dios bendijo el hogar de Moisés. Su
primer hijo, Gerson, que significa “forastero”, nació en Madián. Moisés había
sido forastero en esa tierra, pero llegó a ser su hogar. Moisés fue rechazado
por sus hermanos en Egipto. Ahora, Cristo también fue rechazado por el mundo.
Moisés halló una esposa en Madián. Cristo también está hoy buscando Su esposa.
La historia de José en Génesis establece un paralelo con la de Moisés y Cristo.
Hay unos retratos gozosos en la Palabra de Dios que nos enseñan verdades preciosas.
Si esta fuera toda la historia de la vida matrimonial de Moisés, tendríamos que
concluir que todo andaba bien.
Lamentablemente, hubo un problema. Dios llamó a Moisés
en la zarza ardiente, y lo comisionó para ir a Egipto. Faraón ya había muerto,
y Moisés podía regresar sin peligro. Después de la circuncisión de su hijo,
Moisés siguió sólo a Egipto y los demás de su familia se quedaron en Madián. Más
tarde, Jetro el suegro de Moisés llevó a Séfora hasta donde estaba Moisés y
fueron entonces, reconciliados. Leamos los versículos 27 al 31 : 27 Y
Jehová dijo a Aarón: Ve a recibir a Moisés al desierto. Y él fue, y lo encontró
en el monte de Dios, y le besó.28 Entonces contó Moisés a Aarón
todas las palabras de Jehová que le enviaba, y todas las señales que le había
dado.29 Y fueron Moisés y Aarón, y reunieron a todos los
ancianos de los hijos de Israel.30 Y habló Aarón acerca de
todas las cosas que Jehová había dicho a Moisés, e hizo las señales delante de
los ojos del pueblo.31 Y el pueblo creyó; y oyendo que Jehová
había visitado a los hijos de Israel, y que había visto su aflicción, se
inclinaron y adoraron. Por fin, los hijos de Israel deciden allegarse a Dios en
fe. Y será precisamente sobre esta base de la fe que Dios les sacará de la
tierra de Egipto y los conducirá a la tierra que les ha preparado. Y así
concluye nuestro estudio de este capítulo 4 de Éxodo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario