miércoles, 27 de abril de 2011

¿Con qué limpiará el joven su camino?


Una vez un hombre llamado David escribió “¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos, para guardar tus estatutos! (Salmo 119:5.)
Muchas veces creemos que debemos estar bien para buscarle o entregar nuestra vida completamente al Él, por temor a ser rechazados o avergonzados, por el estado de nuestra vida. Luchamos todos los días, por arreglar algo de nuestro interior, y lo que logramos es coleccionar fracasos día tras día; pero cada vez con menos fuerza, por que ya no la tenemos…
¿Cuando traes a un zapatero un zapato, cuando está sin estrenar o cuando está roto, sin tapas, y deforme?. ¿Que harías tu si fueras un zapatero y te traen un zapato nuevo?, no tendrías que hacer nada, no tendrías trabajo. Pero si te traen un zapato que da lastima, tendrías trabajo, y sería un honor ver ese zapato tomando forma nuevamente. No te importaría lo roto, mal oliente, ni usado que esté, solamente que necesita ser reparado.
Así es con el Señor, a Él no le importa tu condición, Él ve el trabajo que tiene que hacer en tí. No importa el estado en que te encuentres, HOY hay oportunidad para ti, solo trae ante su Presencia tu Corazón, y permite que Él lo repare como debe ser; no como tu quieres y en la forma que tu decides; sino como Él ya lo determinó. ¿Cómo hacer esto? A SOLAS CON ÉL, búscale aunque no tengas nada que decir, escoge tu el momento y se sincero con Él.
“¿Con qué limpiará el joven su camino? CON GUARDAR SU PALABRA” Salmo:119:9

Así, se adquiriere Sabidu

En las pruebas y los problemas, el valor real que obtenemos es la sabiduría.
Sabiduría para actuar correctamente, tomando en cuenta cada aspecto que hemos aprendido en medio de las situaciones adversas. Las pruebas y problemas nos dan la oportunidad de ver el poder del Dios durante los tiempos difíciles por medio de milagros que solo provienen de Él.
Si entendemos que las situaciones difíciles son para demostrarnos que no podemos vivir separados de Él, podremos vivir una vida cristiana de éxito.
Ahora bien, ¿cómo entender correctamente las pruebas y los problemas y actuar con sabiduría? Aquí te damos diez formas correctas para actuar:
  1. Estar convencido de que Dios está en control del tiempo y la intensidad de nuestras pruebas.
  2. Darnos cuenta de que Dios tiene un propósito específico en cada prueba.
  3. Entender que cada prueba está diseñada para llenar una necesidad específica que Dios ve en nuestras vidas.
  4. Aceptar que cada prueba va a tener como resultado nuestro propio bien, si respondemos con fe.
  5. Descubrir cómo cada prueba puede fortalecer nuestra fe en el Señor para todo.
  6. Regocijarnos en que cada prueba es una oportunidad para que Dios demuestre Su poder para sostenernos.
  7. Someternos al desarrollo de un carácter semejante al de Cristo que viene como resultado de nuestras pruebas.
  8. Sacar provecho de la utilidad que tienen nuestras pruebas para medir nuestro crecimiento Espiritual.
  9. Debemos estar convencidos de que Dios nos acompaña a través de cada paso de la prueba (Hebreos 13:5) y
  10. Debemos tener fe en que por el Señor, no tan solo sobreviviremos a las adversidades, sino que saldremos con la victoria en nuestras manos.

Realmente hay esperanza

“Hace varios años un submarino se hundió con toda su tripulación a la altura de la costa atlántica de América del Norte. Cuando por fin la nave fue encontrada, se enviaron buzos para evaluar los daños y la posibilidad de rescatar los restos del naufragio. Cuando los buceadores se acercaron al casco de la nave, fueron sorprendidos por un golpeteo en código Morse. Era evidente que alguien estaba vivo en el interior del submarino. El mensaje era una pregunta desesperada contra las paredes de la tumba acuática: “¿Hay esperanza? ¿Hay esperanza?”
Usted y yo nos hacemos la misma pregunta cuando debemos enfrentar un problema particular o cuando una tragedia nos toca de cerca. Después de todo, ¿quién está totalmente libre del inmenso dolor de perder a un ser querido, de la frustración del desempleo, de la angustia de un hogar destrozado o de otros cientos de dificultades? Nos sentimos atrapados y sumergidos por el peso de las circunstancias y preguntamos: “¿Hay esperanza? ¿Hay realmente esperanza para solucionar este problema?” A menudo en tales ocasiones recordamos las palabras de Romanos 8:28, “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
Debemos notar que Pablo no dijo: “Comprendemos cómo todas las cosas ayudan a bien,” sino que dijo: “sabemos que ayudan a bien.” Esta promesa es un ancla segura cuando las tormentas de la vida golpean sin piedad contra nosotros.
El apóstol Pablo había reclamado esta promesa muchas veces, aun antes de haber escrito su famosa carta a los Romanos. El sabía lo que era sufrir penurias, persecución, indiferencia, traición, soledad, enfermedades, pedradas, palabras de Filipenses 4:6-7, No se afanen por nada; mas bien oren por todo.
Presenten ante Dios sus necesidades y después no dejen de darle gracias por sus respuestas. Haciendo esto sabrán ustedes lo que es la paz de Dios, la cual es tan extraordinariamente maravillosa que la mente humana no podrá jamás entender. Su paz mantendrá sus pensamientos y su corazón en la quietud y el reposo de la fe en Jesucristo”.
Cuando las tormentas de la vida parecen abrumadoras, Dios desea que experimentemos su perfecta paz. “Pero tú Señor, eres mi escudo protector, eres mi gloria, eres quien me reanima.” Salmo 3:
Qué privilegiados somos!!
¿Pensó usted hoy, cuando se sentó frente a esa taza de café para desayunar, lo privilegiado que es?
¿Se sintió consentido por Dios cuando despertó entre cobijas calientes, después de haber disfrutado de un sueño bien reparador? ¿Cuándo fue a su closet, para buscar qué ponerse y le costó decidir entre toda aquella ropa, se sintió bendecido en abundancia? ¿Al salir de su casa, y tomar la manilla de la puerta para abrirla, recordó que tiene un techo donde resguardarse y lo agradeció? ¿Ahora que está leyendo esto, se dio cuenta que pudo ir a estudiar, aprendió a leer, y con eso hizo armas para vivir su vida con comodidad?
Sabes algo?, somos tan, pero tan privilegiados, hemos sido tan, pero tan bendecidos, y Dios nos ha dado tanto; tanto, qué muchas veces nos acostumbramos a eso, lo vemos como natural, creemos que todos viven como nosotros, que así es la vida, y perdemos esa linda y noble capacidad de agradecer.
No solo no nos falta comida en la mesa, si no que podemos escoger qué comer y hacer varios tiempos de comida. No solo tenemos ropa para abrigarnos, si no que tenemos la posibilidad de escoger entre muchas opciones. No solo tenemos una cama donde dormir, si no que tenemos una casa con varias habitaciones. No solo tenemos una forma de ganarnos la vida, si no que nuestros ingresos nos alcanzan para más que satisfacer nuestra necesidades básicas de subsistencia. Seguramente no solo aprendimos a leer y escribir sino que pudimos sacar un título o aprender un oficio que nos facultan para trabajar en lo que nos hace sentirnos bien.
Y todo eso nos separa de millones y millones de personas en el mundo que viven en extrema necesidad. Usted sabe quiénes son esas personas, que nos aparecen en el camino a cada momento. Nos piden en los semáforos, las vemos durmiendo cobijadas bajo un cartón, o cuidando carros en cada esquina. Vemos sus ranchos cuando pasamos por un barrio marginal y observamos sus caritas sucias cuando nos ofrecen vendernos mentas. Sabe que una excelente forma de agradecerle al Señor por los enormes privilegios que tenemos es compartiendo estos con esos que no tienen nada. Además, lejos de ser esta una opción para los cristianos es una obligación.
Sobre esto Jesús habló muy claro en Mateo 25:42-44 “porque tuve hambre, y no me dieron nada de comer, tuve sed, y no me dieron nada de beber; fui forastero , y no me dieron alojamiento; necesité ropa, y no me vistieron; estuve enfermo y en la cárcel, y no me atendieron”. Ellos también le contestaron: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, o necesitado de ropa, o enfermo o en la cárcel, y no te ayudamos” El les responderá: “Les aseguro que todo lo que no hicieron por el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron por mí”.
Seamos conscientes de nuestro privilegios, agradezcámosle a Dios por su gran bondad y compartamos de lo nuestro con nuestros hermanos “más pequeños”. Así nuestro corazón experimentará la inmensa dicha de dar, y estaremos agradando a Dios.


El día de hoy decidí escribirles unas palabras, para explicar de que manera queremos cumplir el proposito que tiene esta página.
Tenemos actualmente muchos lectores, ya sea a través de facebook, Twitter y quienes nos siguen a traves de la página web; de todos ellos unos nos escriben, otros solamente nos leen y algunos más reenvían los mensajes y reflexiones a sus amigos. Lo importante es que al final se cumple nuestro propósito y el de Dios, que es compartir lo que hay en nuestros corazones y enseñarles la verdad de las cosas cotidianas que nos pasan cada día.
Palabras de Vida no son mensajes religiosos que pretenden comercializar una forma de pensamiento, somos diferentes en todo sentido, porque nuestro único propósito es presentar a Jesus como la única vía, como el único que murió por ti en una cruz hace ya mucho tiempo y que por esa única ofrenda, tus pecados están perdonados y enseñarte que si confiamos en Dios y depositamos nuestra vida en sus manos, ya tenemos la victoria asegurada y podremos enfrentar los retos que la vida nos impone.
No deseamos que solamente cambies tu forma de pensar sino que cambies tu forma de actuar ante las situaciones diarias. Buscamos día a día formar tu carácter, y que nada en este mundo cambie el propósito de tu existencia, pero por sobre todo ser un aliento una luz en medio de la tempestad; que nuestros mensajes y/o reflexiones logren tocar cada fibra de tu corazón y que no te sientas solo o sola en los momentos más dificiles de tu vida.
Tambien queremos recordarte que oramos por ti, por cada petición de oración que recibimos a nuestros correos aunque el tiempo nos falte para contestarlas, siempre siempre las tenemos presente en nuestras oraciones, intercediendo por cada una de ellas porque confiamos en la palabra de Dios que nos dice que presentemos ante Él todas nuestras peticiones y también como un deber de hermanos que tenemos para con ustedes.

Espero que nunca me pase a mi

Después del devastador sismo y el posterior tsunami en en noreste de Japon, cientos de voluntarios y trabajadores de rescate de distintas organizaciones internacionales se han acercado a Japon para ofrecer su ayuda.
Este es el testimonio de un rescatista: “Nos estamos acercando a la ciudad de Sendai. No sé con qué me voy a encontrar. El área cerca de la ciudad está plagada de helicopteros militares y civiles, grandes y pequeños. Con dificultad, nuestro grupo de voluntarios logró encontrar un autobús para viajar a Sendai. La ciudad está lejos. La mayoría de las casas estaban hechas de madera, el material tradicional para la construcción de viviendas. Éstas son muy débiles, por eso la mayoría quedaron completamente destruidas.
Cuando vamos para la ciudadela un hombre nos detiene, está llorando. Nos suplica que lo ayudemos a rescatar a su hijo. Dice que puede escuchar su voz bajo los escombros. Al llegar vemos que no queda nada en pie. Excavamos durante horas. Perdimos la esperanza, pero su llanto hace que continuemos con nuestro esfuerzo. La cantidad de escombros es tan grande que hicimos traer una excavadora para que nos ayude. Cuando la máquina comienza a trabajar, encontramos los cadáveres. Él se arroja sobre los cuerpos y llora fuerte. En cuestión de segundos perdió el resultado del esfuerzo de toda su vida…
Cuando recuerdo esta escena, pierdo el control y yo también me echo a llorar. Es triste levantar el cuerpo de una madre y pensar: “¿Qué haría si fuese mi propia madre?”. Una sensación extraña invade mi corazón. He recibido cientos de horas de entrenamiento para hacer este trabajo, pero ahora que me encuentro en esta situación real siento un vacío en mí. Y solo espero que nunca me pase a mí, ni a mi familia, ni a nadie.”
Cuando vemos situaciones tan crudas como las que se experimentan en Japon o en cualquier otro lugar donde haya ocurrido una catastrofe de esta magnitud, lo primero que le pedimos a Dios es “por favor, que eso nunca me pase a mi, ni a mi familia”. Porque en cierta manera queremos ser inmunes a las situaciones difíciles.
Creemos que Dios solo trabaja con “cremitas” y “pañitos suaves”; pero se nos olvida que a veces son necesarias las lijas, los martillos y las palas para formarnos. Será necesario la muerte de tu negocio para que entiendas?, o unas vacaciones a la cama del Hospital ¿para que el plan de Dios se cumpla?…
Poner nuestras vidas en las manos de Dios no implica inmunidad a las situaciones difíciles; al contrario, porque lo primero que Dios pide de nosotros, es nuestra cabeza. En otras palabras “que nosotros muramos día a día”. Tengamos nuestra vida guardada en Él, para que cuando las situaciones difíciles y duras lleguen, podamos resistir.

1 comentario: